jueves, 23 de octubre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

ESCRITO EN LA ISLA DE MEDAS GRANDE, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS MEDAS, DURANTE EL MES DE NOVIEMBRE DE 1825

-Te noto triste-observa Ricardo. 
                         Estoy sentada en el alfeizar de la ventana de nuestra habitación. La tristeza que me invade esta noche tiene un motivo demasiado hondo. 
                         Estoy pensando en mi hijo. En el bebé que perdí. 
                         De no haber sufrido aquel aborto, mi hijo estaría creciendo en mi interior. Yo me estaría volviendo cada vez más gorda. Pero no me importaría. 
                          Ya sentiría a mi pequeño moverse dentro de mí. Sentiría sus pataditas. Su manera de indicarme que está vivo.
                          Y que está creciendo.
-Tendremos otros hijos-me promete Ricardo, acercándose a mí y adivinando lo que estoy pensando-Y no te pasará nada.
-Eso no lo sabes-replico.
-Yo sé muy bien que todo irá bien la próxima vez. Somos jóvenes. 
                            Mi deseo es ser madre. A pesar del miedo que sentí cuando me supe embarazada hace unos meses, yo habría dado mi vida por mi pequeño. Pero mi pequeño ya no está. 
                             No sé porqué lo perdí. Yo tengo un vientre vacío. 
-Somos fuertes-añade Ricardo.
-Yo no soy fuerte-me lamento. 
                             No quiero echarme a llorar. Ricardo se acerca todavía más a mí. Siento cómo una lágrima rueda por mi mejilla. El año que viene, ya tendría a mi niño a mi lado. 
                             Ricardo me rodea los hombros con el brazo. Me acerca a él. Me besa en la frente.
                            No quiero pensar. Contemplo cómo la Luna Llena aparece reflejada en el mar. Es una Luna enorme. Nunca antes había visto algo así. Tan brillante...Tan intensa...
-Claudia...-me susurra Ricardo. 
-No lo conseguiré-me lamento-Puede que me haya quedado estéril. No me asistió un médico cuando perdí a mi bebé. 
-Estaba yo contigo. Y estaré contigo siempre cuando tengamos otro niño. 
-¿Cómo puedes estar tan seguro de que me volveré a quedar encinta?
-Lo intuyo. 
-Intuyes demasiadas cosas. 
                             Pensar en mi bebé no nacido me destroza. 
                             Ricardo está tenso. No sabe qué hacer para consolarme. Tan sólo puede estar a mi lado. Ser lo que siempre ha sido. Ser mi principal apoyo. 
                              Seca con sus dedos las lágrimas que ruedan ya sin control por mis mejillas. 
                             ¡Deseo tanto tener un hijo! 
                              Sería la confirmación de que Ricardo y yo hemos fundado una familia. 
                              Un hijo nos unirá todavía más. Y yo quiero ser quien tenga ese niño. Ricardo me pide que sea paciente. Está seguro de que podría quedarme otra vez embarazada. ¡Pobre ingenuo! No quiero pensar así de él. No puedo pensar con claridad. Mi corazón...Está sangrando. 
                                Pero podría no quedarme embarazada. 
                                Respiro hondo. 
                                Un hijo...
                                 Podría haberme quedado estéril. Podría tener mi útero destrozado. O podría no ser capaz mi vientre de albergar vida. Podría volver a sufrir un aborto. ¿Por qué no paro de pensar?
-Claudia, no llores-me implora Ricardo. 
-Déjame que llore-le suplico. 
-No soporto el verte llorar, amor mío. 

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