viernes, 24 de octubre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DEL JOVEN RICARDO BALLESTER

ESCRITO EN LA ISLA DE MEDAS GRANDE, EN EL ARCHIPIÉLAGO DE LAS ISLAS MEDAS, EN EL MES DE NOVIEMBRE DE 1825


                        Mi querida Augusta:

                      ¿Cómo estás? Deseo que estés bien. Claudia...

-¡Mierda!-exclamo. 
-¡No digas palabrotas!-me regaña Claudia. 
-Me salen unas cartas muy frías. No me gusta escribir cartas. 
                      Hay un pequeño jardín en nuestra casa. 
                      A pesar de que estamos bien avanzado el mes de noviembre, hace Sol. 
                      Claudia y yo nos sentamos alrededor de la mesa de jardín. He sacado mis útiles de escritura. Hemos decidido que ha llegado el momento de ponernos en contacto con Claudia. Yo le escribiré una carta en el nombre de Claudia y en mi nombre. Quiero saber cómo está. Mi hermana estaba destrozada la noche que Claudia y yo nos escapamos. 
                       Sigo escribiendo. 

                       Claudia y yo te echamos de menos. Te podemos decir que estamos bien. Nos queremos mucho. Eso nos basta y nos sobra por el momento. 

                        Le queda poca tinta al tintero. Mojo la pluma. 
-¿Qué escribo?-le pregunto a Claudia. 
-Háblale del mar-responde mi prima-Háblale de lo inmenso que es. Se puede ver todo el mar desde aquí. Buda no tenía esa ventaja. 
-El mar...
                           Sigo escribiendo. Tengo la sensación de que he vuelto a la niñez. Claudia asume el rol de institutriz. 
                           Vigila que escriba bien esta carta. Pero no me gusta escribir cartas. Yo quiero ver a Augusta a la cara. 
                            Pero los dos necesitamos tiempo. Augusta no asume que Claudia y yo nos amemos. No es capaz de entender que estoy enamorado de mi prima. Tan simple como que la amo más que a mi propia vida. Que no podría renunciar a ella. 
                        Ni pienso renunciar a ella.
                        Claudia me sonríe. Tiene una forma muy dulce de sonreírme.
-¿Vas a preguntarle por mis padres?-me interroga.
-Puede que nos conteste-le contesto-Y tú querrás saber cómo están mis tíos.
-Está bien. Hazlo.
                       Hablo de todo un poco en esta carta. De mi tío Tomás...De mi tía Prudencia...
                       Claudia quiere saber si están bien. Y yo también necesito saber de ellos. Han sido los que han velado por Augusta y por mí desde que nuestros padres murieron. Nuestro padre nos dejó en la ruina.
-Él nos quería-le confieso a Claudia mientras vuelvo a mojar la pluma en el tintero-A pesar de su comportamiento irresponsable a veces...
                       Me estoy refiriendo a mi padre. Me cuesta trabajo reconocer en mi padre a una figura paterna. No fue un mal padre. Pero tenía la cabeza llena de sueños. Y gastó mucho dinero.
-También le robaron-me recuerda Claudia.
-No fue su culpa-opino-Pero era demasiado confiado.
                         Sigo escribiendo. Empiezo a sentir que estoy cerca de nuestra familia. Y a Claudia le pasa lo mismo.
                           Nos metemos en nuestra habitación cuando cae la noche. Escuchamos el susurro de las olas. Ese susurro de las olas que nos ha estado acompañando desde que empezamos a escribir la carta. Un sonido relajante...
                        Nos acostamos en nuestra cama desnudos.



-No pienso abandonarte nunca-me confiesa Claudia.
-Eso es lo que deseaba oír-le sonrío.
                         Me abrazo a ella para sentir su piel. Su calor...Su olor...
                         Me dedico a lamer cada centímetro de la piel de Claudia. A llenar de besos cada porción de su cuerpo.
                         A amarla con todo mi ser. 

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