viernes, 17 de octubre de 2014

UNA BRISA SUAVE

PÁGINAS ELIMINADAS DEL DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

               7 DE ENERO DE 1825
                         Me siento un poco triste.
                        Ayer, fue la Epifanía de los Reyes Magos. Me invade una profunda tristeza cuando
acaba la Navidad. Empieza un nuevo año.
                        Ha estado lloviendo durante gran parte de la mañana. Me he pasado las horas
muertas mirando cómo caía la lluvia. Cómo las gotas de lluvia golpeaban la ventana de mi
habitación.
-¿No te apetece salir a la calle?-me pregunta mi prima Augusta.
                   Ya no llueve. De modo que he aceptado salir con ella a dar un paseo. Hace ya tres
meses que mis primos viven con nosotros. Augusta y yo damos un paseo a pie.
-Me cuesta trabajo vivir aquí-me confiesa-Me asfixio.
-Te acostumbrarás-le aseguro-Es cuestión de tiempo.
Augusta niega con la cabeza. Mira la masía en la que mis padres y yo vivimos.
-No entiendo cómo puedes vivir aquí, Claudia-afirma.
                  Me encojo de hombros. Augusta no está acostumbrada a vivir en lugares pequeños.
Ella necesita el ajetreo de la gran ciudad. Ella y mi primo Ricardo son naturales de Sabadell.
Augusta está a punto de cumplir veinticuatro años. Mis padres están preocupados por ella. Mi
prima va camino de convertirse en una solterona.
-Pero eso no me preocupa-me asegura.
-Deberías de pensar en buscar marido-le sugiero.
-Ya tengo a un hombre en mente. Y te aseguro que va a ser un buen marido.
-¿Y en quién estás pensando? ¿Le conozco?
                    Augusta me sonríe.
                    Le gusta hacerse la misteriosa.
-A lo mejor...-me sonríe.
-¿Es alguien de la isla?-inquiero.
                   Augusta me sonríe con gesto misterioso.
                    No me quiere contestar. Está paladeando su secreto.
-Sólo te puedo decir que lo quiero mucho-se limita a decirme-Y creo que él también me
quiere.
                   Le deseo a Augusta toda la suerte del mundo. Yo estoy a punto de cumplir dieciocho años. Me faltan unas semanas para que llegue ese día. Pero mi padre me ha contado que piensa celebrar una pequeña fiesta. ¡Una fiesta! Estoy muy contenta.
                  Vendrá mucha gente a mi fiesta. Mi madre quiere que la ayude con la elaboración del menú. Yo sólo estoy pensando en la tarta que me comeré. En las dieciocho velas que soplaré. Dieciocho años...¡Cómo pasa el tiempo!
-Aún recuerdo el día en el que naciste-me cuenta Augusta.
-Apenas eras una niña-me asombro.
-Pero me acuerdo porque estaba visitándote con mis padres y con Ricardo. Mi madre nos
mandó al jardín con nuestra niñera para que jugáramos. Habíamos venido en mal momento.
                    Mi padre se encerró en el despacho con el tío Tomás. Pasaron horas hasta que, por fin, te
oímos llorar.
                     Noto cómo mis mejillas se encienden. Es curioso. Parecía que Augusta había
olvidado aquel día. El caso es que ya tengo dieciocho años. Y mis padres están pensando
seriamente en enviarme a Barcelona. Desean que haga un buen matrimonio. Soy hija única.
                      Y mis padres quieren que me case para que les dé muchos nietos.
                      Y es mi deber, como hija obediente que soy, complacerles. Tengo que casarme. Y
tengo que tener muchos hijos con mi marido.

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