jueves, 4 de septiembre de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DE LA SEÑORITA CLAUDIA BALLESTER

10 DE AGOSTO DE 1825

                            Cuando Augusta y yo salimos a pasear, mi prima se queja de que termina siempre cansada. Vemos pasar a los pastores. Llevan consigo a sus rebaños en busca de pastos frescos. A Augusta le dan miedo las cabras. Yo encuentro adorables a las ovejas. Y, una vez, una cabra me baló al verme. 
-Me ha saludado-le comenté a Augusta. 
-No hay nada interesante en este pueblo-se queja Augusta. 
-Te recuerdo que fue idea tuya traerme aquí. 
-Pensé que lograría alejarte de Ricardo si te traía conmigo. Y, por otro lado, pensaba que encontraría aquí a Enrique. Y no está. 
                           Solemos sentarnos a la sombra de uno de los numerosos árboles frutales que encontramos. Ya se está recogiendo la uva. Oigo a los campesinos hablar. 
                            Comentan que la cosecha de trigo de este año ha sido generosa. 
                            Las legumbres que prepara la cocinera del señor Escudero han sido cultivadas en el campo de Remullá, en la parcela destinada al cultivo de legumbres. Me siento casi feliz viviendo en este lugar. 
                              Esta tarde, Augusta entra en la biblioteca. Yo estoy en la biblioteca buscando un libro. 
                              Mi prima me comenta lo preocupada que está por mí. 
-Apenas comes, prima-me indica. 
-No tengo hambre-le recuerdo. 
-¡Pero tienes que comer!
                              Augusta intentó separarme de Ricardo en la creencia de que estaba haciéndome un bien. 
-Echas de menos a mi hermano-observa. 
-No puedo olvidar a Ricardo-le confieso. 
-Separarte de él estuvo mal por mi parte. Me aproveché de que estabas débil por la pérdida del bebé que esperabas. No he debido de hacerlo. Perdóname. 
                          Augusta está triste. Me cuenta que no le gusta estar en la masía del señor Escudero. 
-¿Es que quieres regresar a Buda?-le pregunto. 
-No quiero regresar todavía a Buda-responde-Aún albergo la esperanza de que Enrique aparezca. 
-¿Está entre los invitados del señor Escudero?
-Creo que no. 
-Entonces, no vendrá. 
                         Augusta lucha por no echarse a llorar. Clava sus ojos de color topacio en mi cara. Me pregunta cómo puedo ser tan fuerte. 
-No soy fuerte, prima-le aseguro. 
-Eres más fuerte que yo-afirma-No sé si llorarás a escondidas. Creo que sí lloras a escondidas. De estar yo en tu situación, me habría quitado ya la vida. 
-¡Prima, por Dios!
-Claudia, siempre he pensado que eras más débil que yo. Y veo que no es así. 
                            Yo no quiero ser fuerte, pienso. Yo quiero regresar a Buda para estar con Ricardo. Yo quiero que mi niño vuelva a estar en mi vientre para poder sentir cómo crece. 

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