sábado, 9 de agosto de 2014

UNA BRISA SUAVE

2 DE ABRIL DE 1825

                         Hay una palabra que define muy bien lo que siento.
                         Tristeza...Pena...Frustración...
                         Son más de una palabra.
                         Pero lo que siento en estos momentos es frustración.
                         Y también siento miedo. Miedo de que ésta sea una señal que nos está enviando Dios. Ricardo y yo somos primos. No debemos de estar juntos.
                         Está mal. 
-La Iglesia está cerrada-se lamenta Ricardo-El párroco no viene hoy a oficiar el Ángelus.
-¿Quién te ha dicho eso?-le pregunto. 
-He visto a la señora Bosch. 
-¿Qué le has contado?
-Le he contado que venía a ver al párroco. Le he dicho que don Enrique está a punto de regresar. Y que, a su vuelta, se casará con Augusta. 
-¡Pero tú sabes que eso es mentira! Yo dudo que esa boda se celebre algún día. Ese hombre no piensa regresar a la isla. Creo que habrá encontrado a una mujer mucho más acorde que él con la que casarse. 
-La mujer se lo ha creído. Y me ha contado que el párroco no vendrá hoy. Le han dado un recado urgente desde Balada. Un vecino se está muriendo. Quiere que vaya a darle la extremaunción. No le ha quedado más remedio que ir. Lo siento mucho, Claudia. Tendremos que seguir esperando. 
                            Estamos ante la fachada de la capilla. Ricardo y yo hemos salido a dar un paseo. Al menos, eso es lo que le hemos contado a mis padres. 
                             Ellos no sospechan nada. Piensan que es normal que salga a dar un paseo con mi primo. 
-¿Y qué vamos a hacer?-le pregunto a Ricardo.
-Vendremos mañana por la tarde-responde él-Hablaremos con el párroco. Ya veremos lo que sucede. 
-Yo no tengo mucha fe. 
                             No hemos podido engañar a Augusta. Damos media vuelta. Hemos venido para hablar con el párroco. Para contarle que estamos Ricardo y yo enamorados. 
                             Pero el párroco no está. Y yo tengo la sensación de que la capilla cerrada es como una especie de señal. No podemos seguir adelante con esta relación. Ricardo está decidido a seguir adelante. 
                             Me besa de manera tierna en los labios. 
-Nos casaremos-me promete. 
                              Y yo siento asco de mí misma. No quiero ser tan cobarde. 
                             Trato de buscar algo de fuerza en mi interior. Y siento cómo esa fuerza ha desaparecido por completo. 
                              Tengo mucho miedo. 
-¿Y si no podemos conseguir la dispensa papal?-le pregunto. 
                             Ricardo no me responde. 

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