sábado, 30 de agosto de 2014

UNA BRISA SUAVE

DIARIO DEL JOVEN RICARDO BALLESTER

3 DE JUNIO DE 1825

-¿Quién es ella?-me pregunta Dafne con voz llorosa. Se aferra a mi brazo-¡Te pido que me digas quién es esa mujer! Tengo derecho a saberlo. ¡Me ha robado tu amor! ¡Ricardo! ¿Por quién me quieres abandonar?
-Dafne, siempre he sido muy sincero contigo-respondo-Nunca he estado enamorado de ti. 
-¡Mientes!
-¡Te juro por la memoria de mis padres que nunca te he mentido! Dafne, yo te quiero. Pero el cariño que te profeso es idéntico al cariño que le tengo a Augusta. 
                           Dafne rompe a llorar. 
                           Nos encontramos a la orilla de la laguna Calaix de la Mar. Cuando éramos más pequeños, Claudia, Augusta y yo solíamos venir aquí a pescar. Esta tarde, me encuentro aquí con Dafne. 
                           Intento desengañarla. 
                            No soporto ver llorar a Dafne. Me siento un miserable. 
                          Dafne me suplica que la ame. Pero no puedo amarla. 
-¿Quién es ella?-me vuelve a preguntar con voz dolorida. 
                             Y yo pienso en Claudia. No sé hasta qué punto está despechada Dafne. Yo la veo destrozada. Y deseo morirme porque Dafne me ama de verdad. El problema es que no puedo corresponder a ese amor que ella me profesa. Nunca le he hecho una sola falsa promesa. 
                              He sido sincero siempre con ella. No me he esforzado en amarla. No podía amarla como ella me pide ser amada. 
-No te lo puedo decir-respondo-Es verdad. Mi corazón pertenece a otra mujer. 
-¿Y por qué no me puedes decir quién es ella?-vuelve a preguntarme Dafne-¿Es que acaso la conozco? ¿Quién es? 
-No te lo puedo decir. Lo siento. 
                             Dafne insiste. 
                             Quiere saber el nombre de la mujer por la cual, según ella, la estoy dejando. 
-¡Dime cómo se llama!-clama. 
                              Mi silencio la enerva. Siento cómo aprieta sus dedos en mis brazos. Sus ojos tienen una mirada vidriosa. Los sollozos sacuden su cuerpo. 
-¿Por qué callas, Ricardo?-me pregunta-No te estoy pidiendo nada. Por el amor que te tengo. 
-Nunca te he mentido, Dafne. Tú te mereces un hombre que te ame de verdad. Que sea sólo tuyo. Yo no soy esa clase de hombre. Lo siento mucho. 
-¡Puedo esperar a que me ames!
-Ese día no llegará nunca. 
-¿Por qué? 
                               Nuestras miradas se cruzan. Yo observo cómo su rostro cambia. Deja de llorar. Aparece algo en su rostro que no había visto hasta aquel momento. Resignación...
                                 Se da cuenta de la verdad. Entiende que nunca la he amado. Siempre querré a Dafne. Es como una hermana para mí. 
                              Pero ella me está pidiendo que la ame de manera apasionada. Y yo le he entregado mi corazón a Claudia. 
-¡No me digas nada!-exclama. 
                             Se da la vuelta y se aleja corriendo. 
                            Está muy alterada. 

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