martes, 26 de agosto de 2014

UNA BRISA SUAVE

30 DE MAYO DE 1825

-Entonces, no existe ninguna posibilidad para mí-se lamenta Pedro Serrano-No está enamorada de mí, Claudia. Y poco puedo hacer yo para que cambie de opinión. Mis sentimientos hacia usted no son correspondidos. 
-Le ruego que me perdone-le pido-Como ya ha adivinado, mi corazón pertenece a otra persona. No puedo decirle más. 
-Entiendo. 
                        Pedro Serrano ha venido a verme. 
                        Me besa en las mejillas a modo de saludo. 
                        Me siento mejor para poder hablar con él. 
                        Para poder mirarle a los ojos y despedirme de él. Sospecho que no volveremos a vernos. Pedro Serrano parece haberse rendido. 
                        Me habría gustado haberme enamorado de él. Me habría gustado haberme convertido en su esposa. Una parte de mí intuye que yo podría haberle hecho cambiar y haber hecho de él un hombre mejor. Pero no he podido enamorarme de él. 
-Claudia, usted es una mujer extraordinaria-me dice con firmeza-Se merece a un hombre tan extraordinario como usted. No se conforme con menos. 
-El hombre del que me he enamorado es muy noble-le confieso. 
-Me alegro por usted. Sea feliz a su lado. Yo nunca la olvidaré. 
                         Se me forma un nudo en la garganta. Me gustaría decir algo. 
-Sea usted también feliz, señor Serrano-alcanzo a decir-Aunque...Sea con otra mujer. 
                         He podido hablar. Logro esbozar una sonrisa. Pedro Serrano me sonríe con tristeza. 
                         Me besa en las mejillas. 
                         Hemos estado hablando en el jardín. Cuando yo me disponía a cortar unos lirios. Él ha aparecido sin anunciarse. Sin avisar. 
                         Ahora...Le veo alejarse. 


                             Ricardo sale del interior de casa. Se acerca a mí. 
                            Me besa con intensidad en los labios. 
-¿Qué ha ocurrido, Claudia?-me pregunta. 
-Todo ha ido bien-respondo-El señor Serrano es un buen hombre. 
-Pero...No estás enamorada de él. ¿No es así? 
-¡No seas tonto! Nunca he estado enamorada de él. A pesar de sus defectos, ha demostrado ser todo un caballero. 
                            Ricardo vuelve a besarme con intensidad en los labios. 
                           Y yo recuerdo que todavía no sabe que estoy esperando un hijo suyo. 

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