viernes, 1 de agosto de 2014

UNA BRISA SUAVE

25 DE MARZO DE 1825

-¡Lo sé todo!-me grita Augusta, muy nerviosa. 
-¿A qué te refieres con eso?-le pregunto atónita-No te entiendo. 
-No te hagas la tonta, Claudia. ¡Sabes bien a lo que me refiero! ¡Estás liada con Ricardo! ¡Admítelo!
-Estás enfadada. Lo noto en el tono de tu voz. Y te entiendo. 
                            Escribo estas líneas para desahogarme. 
                            Hablar con Augusta me pone nerviosa. Recuerdo que Ricardo le contó la verdad. Y Augusta no lo admite. 
-¿Cuándo empezó todo?-me interroga. 
-No lo sé-contesto. 
                           Augusta pasa todo el día acostada en su cama. 
                           Le ha dicho a mis padres que le duele la cabeza. Lo achaca a la falta de noticias de Ricardo. 
                           Me encuentro de pie, frente a su cama. 
                          No puedo ocultarle la verdad a Augusta. Tan sólo puedo confesarle la verdad. Y sé que la verdad es muy dolorosa para mi prima. Sabe Dios lo que estará pensando en estos momentos de mí. 
-Ricardo y yo estamos enamorados-admito. 
                          Augusta aparta la vista. 
-Sois primos-me recuerda con un hilo de voz-Sois familia. ¿Lo saben mis tíos?
-Ellos no saben nada-contesto-Y nunca lo aceptarán. 
                         Augusta ahoga un sollozo. Adivino que está pensando en Dafne. Adivino que está pensando en el señor Pedro Serrano. Augusta desea ver a Ricardo casado con Dafne. Piensa que yo acabaré casada con Pedro Serrano. Aunque no esté enamorada de él. 
-¡Pobre Dafne!-se duele Augusta-¡Ella está enamorada de Ricardo! Creía que mi hermano le iba a dar esperanzas. 
-Ella sola se ha hecho esperanzas-le replico-Ricardo le ha dejado bien claro que sólo podía ofrecerle su amistad. Han sido amigos desde hace mucho tiempo. Ricardo nunca ha estado interesado de manera romántica en Dafne. Siempre ha sentido algo por mí. 
-Mi hermano...Es todo lo que me queda. Nuestros padres ya no están. ¡No puedes quitármelo!
                       No piensa sólo en Dafne. Augusta está pensando en sí misma. Me acerco a su cama. Le cojo la mano. Me la llevo a los labios. 
                         Augusta está llorando. 
-Nunca he querido quitarte a Ricardo-le aseguro-Son cariños distintos. 
-De casarse con Dafne, todo sería distinto-afirma Augusta-Los tendría a los dos. ¿Por qué no lo dejas? No ha pasado nada. 
-Augusta...
                         No puedo seguir hablando. Augusta intuye lo que estoy a punto de confesarle. Rompe a llorar. 
                         Oír llorar a mi prima me destroza el corazón. Augusta desea que las cosas hayan ocurrido de otra manera. Que yo me haya enamorado de Pedro Serrano. Que Ricardo esté enamorado de Dafne. Pero Ricardo y yo estamos enamorados. 
                          Me odio a mí misma porque Augusta está sufriendo por mi culpa. 
-Perdóname-logro decir-Nunca he querido hacerte daño. ¡Te quiero muchísimo!

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