martes, 25 de marzo de 2014

UNA BRISA SUAVE

10 DE MARZO DE 1825

                  Aunque Dafne diga lo contrario, sospecho que no se resigna a la idea de abandonar Buda. 
                  Esta mañana, mis sospechas se han confirmado. 
                  Ha llegado a la masía una nota procedente de la casa de los Velasco. Nos informaba de que Dafne había amanecido con fiebre. 
                    Nos dirigimos todos a pie a la masía de los Velasco. 
                    Augusta se coloca a mi lado mientras caminamos. Hace días que no logro hablar a solas con Ricardo. Quizás...Sea lo mejor. 
                     Llegamos a la masía de los Velasco. Los padres de Dafne nos reciben en el salón. Están muy preocupados por ella. Yo estoy casi segura de que Dafne está fingiendo. Ella no quiere irse. Aprovechando que mis padres están hablando con los padres de Dafne, me dirijo a su habitación. 
                     La encuentro recostada entre sus almohadas. 
-Hola, Dafne-la saludo-He venido a verte en cuanto he sabido que estabas enferma. Mis padres han venido conmigo. 
-¿Ha venido también Ricardo?-me pregunta ella. 
-Sí...Ricardo también ha venido. 
-Entonces, subirá a verme. ¿No es así? 
                     Me siento a su lado en la cama. 
-Yo creo que va a subir a verte-contesto-Dime una cosa. ¿De verdad estás enferma?
-¡Yo no quiero irme de Buda, Claudia!-me confiesa Dafne-Yo quiero quedarme aquí. Estar cerca de Ricardo. 
-Dafne...¿Qué estás haciendo? He visto a tu madre llorar por ti. ¡Piensa en lo preocupada que debe de estar!
                       En ese momento, entra Ricardo en la habitación. 
                       Me fijo en las mejillas de Dafne. Están encendidas, pero no es por la fiebre. Es por el rubor. 
                       Pienso en lo fácil que debe de ser fingir que se está enferma. Coger el termómetro y acercarlo a la lámpara encendida de la mesilla de noche. 
                       No quiero ser dura con Dafne. Sus ojos brillan cuando se posan en Ricardo. 
-Me alegro mucho de verte-le dice él. 
-¡Sabía que te acordarías de mí!-se emociona Dafne-¡Te estaba esperando! 
                     

-Quería ver cómo estabas. Me he preocupado mucho al enterarme de que estabas enferma. 
                        Ricardo se inclina sobre ella y la besa en las mejillas. 
                        Hay un brillo de felicidad en los ojos de Dafne ante aquel gesto de cariño. Me aterra que se está haciendo de nuevo falsas ilusiones. Y me aterra sentir celos de ella. 
-¿Vendrás a verme todos los días?-le pregunta a Ricardo. 
-Intentaré venir-responde él-Y tú tienes que hacer por curarte. ¿De acuerdo?
-Sí...Pero sólo me curaré si vienes a verme. Tu presencia me hace mucho bien. 

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