viernes, 28 de junio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
Hoy, vamos a continuar con una nueva anotación del diario de Claudia.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                     28 de febrero de 1825

                     Augusta y yo salimos a dar un paseo. Vamos caminando. No queremos pasear en faetón. Mi prima no para de hablarme de los campeonatos de tiro con arco en los que ha participado. Lleva consigo su cuaderno de dibujo.
-Soy una excelente tiradora-se jacta-Puedo acertar de lleno a una manzana que se encuentre a un kilómetro de distancia. La pena es que aquí no se celebran muchos campeonatos de tiro con arco.
-No vive mucha gente aquí-le recuerdo.
-A veces, tengo la sensación de estar viviendo en mitad de un cementerio. No hay bailes. No se organizan excursiones. Bueno...De vez en cuando...Sí...Se celebran cacerías. Y soy muy buena tiradora. Pero...Echo de menos algo más de emoción. ¿Entiendes lo que te quiero decir?
-Las futuras condesas no buscan emociones fuertes.
                Augusta lanza un bufido. En otro momento, la habría regañado por su comportamiento. Es impropio de una dama. Pero recuerdo que no soy quién para regañarla.
-Me aburro, Claudia-se lamenta-Dafne está triste. Mi hermano es un idiota. Y no le hace caso.
-Lo siento mucho-me excuso-Por los dos...
-Tú no tienes la culpa, prima. Pero me haría ilusión verlos casados.
                 Vemos a campesinos que arrancan las malas hierbas que crecen en los arrozales.



-Está empezando a anochecer-le indico a Augusta-Deberíamos de volver a casa.
-Me apetece pasear un ratito más-insiste mi prima-Además, aún no es hora de volver. No se ha servido aún la cena. Y...Yo...No tengo hambre.
-Tienes que comer, prima.
-Tengo muchas preocupaciones en la cabeza.
-Ricardo...El conde...Dafne...
                Augusta asiente con tristeza. Me siento culpable porque la veo triste. Ella sólo quiere que Ricardo sea feliz. Piensa que su felicidad está al lado de Dafne. Pienso que lo mejor para los dos es que Ricardo esté con Dafne. El problema está en que yo no quiero que esté con ella. ¡Yo quiero que esté conmigo! Aparto la vista para no ver el rostro preocupado de Augusta. Y me siento culpable porque ella no es feliz.
-Prima...-le digo.
-¿Qué quieres, Claudia?-me pregunta Augusta
-Nada...
-Empieza a hacer frío. Todo el mundo regresa a sus casas. Será mejor que nosotras hagamos lo mismo. No ha sido mi tarde para dibujar. ¡Ni siquiera se me da bien el dibujo!
                Damos media vuelta. Iniciamos el camino de vuelta a la masía. Creo ver cómo Augusta se seca una lágrima que rueda furtiva sobre una de sus mejillas. Siento una presión dentro de mi pecho. Augusta se cuelga de mi brazo para caminar. ¿Cómo es posible que confíe en mí?, me pregunto.

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