miércoles, 20 de febrero de 2013

UNA BRISA SUAVE

                            19 de febrero de 1825

-No vale la pena que sigas sufriendo, Dafne-oigo decir a Augusta-Te estás haciendo daño.
-¿Y qué quieres que haga?-se lamenta Dafne Velasco.
-Tienes que seguir adelante. ¡Mi hermano es un idiota!
               Entro en el salón. Sentadas en el sofá están Augusta y Dafne.
-Hola...-saludo-Buenas tardes...
-Buenas tardes, Claudia-me saluda Dafne.
               Me siento en el sillon. Miro a Dafne. Lleva puesto un vestido de color azul. A Dafne le gusta mucho el color azul. Hace juego con el color de sus ojos. Al menos, eso es lo que dice la modista de la isla. Con mi vestido de color claro, siento palidecer a su lado. Dafne siempre ha sido muy hermosa.
-Será mejor que no siga hablando-decide Dafne-No quiero que nadie más se entere de mis problemas.
-Puedes hablar con total confianza delante de Claudia-la invita Dafne-Es una muchacha muy comprensiva. Además...Ella...¡Ella podría hablar con Ricardo! Puede hacerle entrar en razón. Mi hermano verá lo maravillosa que eres si Claudia habla con él.
              ¿Intercerde yo por Dafne ante Ricardo?, me pregunto.
              Los ojos de Dafne se agrandan.
             De pronto, se pregunta si tiene Augusta razón. Ricardo y yo nos llevamos bien.
             Pero hay un pequeño problema. Yo no quiero hablar con Ricardo de ese tema. No quiero contarle lo maravillosa que es Dafne. ¡Quiero que sólo se fije en mí!
                ¿Cómo se lo voy a contar a Dafne?
             ¿Cómo se lo voy a contar a Augusta?
             Aún no ha pasado nada entre Ricardo y yo. Debo de darle gracias a Dios por ello. Nunca pasará nada entre nosotros. Hablaría con él. Esto no puede seguir adelante. ¡Es una locura!
              Dafne parece estar pensando en lo que le ha dicho Augusta. Puedo leer su mente. Debe de pensar que es una buena idea. Ricardo me haría caso.
              Aparto la vista de Dafne. No quiero que me mire. No quiero que piense que soy la solución a sus problemas. ¡Dios mío! ¿Cómo puedo mirar a esta pobre chica a la cara? ¿Por qué no me traga la Tierra? Siento el deseo de cubrirme el rostro con las manos. De cerrar los ojos. De salir corriendo a un sitio donde no me conozca nadie.
             Sería lo mejor para todos.
-¿Por qué no intentas hablar con Ricardo?-me implora-¡A lo mejor, a ti te escucha! Creo que él me ama.
               ¡Él no te ama!, quiero increparle.
-Hay un problema-prosigue Dafne-Ya sabes cómo es tu primo, Claudia. Piensa que no es el hombre apropiado para mí. Que acabaría arruinándonos, como hizo su padre con su familia-Mira a Augusta-¡Oh, perdóname, Augusta! No era mi intención ofender a tu pobre padre. ¡Qué en paz descanse!
-Sé que no ha sido tu intención, amiga-la tranquiliza mi prima-Pero la idea es buena. Ricardo puede ser muy impulsivo. Sin embargo, es muy bueno. Y te podría hacer muy feliz.
                  Dafne sonrió radiante.
-No sé si será una buena idea-intervengo-Ese tema sólo os incumbe a mi primo y a ti.


                   ¿Por qué me pides que haga esto?, me pregunto. ¿Por qué me haces esto? ¡No sigas hablando! ¡Cállate! ¡Basta!
-Haré lo que pueda-decido-Pero no te prometo nada.
-Seguro que harás entrar al cabezota de mi hermano-me asegura Augusta.
-¡Bendita seas, Claudia!-exclama Dafne-Amo a Ricardo con toda mi alma. Mi mayor deseo es casarme con él. Si hago realidad mi sueño, me consideraré la mujer más feliz del mundo.
-Dafne...-susurro.
-¡Lo conseguirás!
-Al menos, vas a ser feliz al lado de Ricardo-comenta Augusta-Yo, en cambio, no sé qué pensar. Hace ya varios días que no veo al conde. Ya no me escribe cartas. Ya no viene a visitarme. Y...Lo confieso. Estoy muy preocupada por él.
                  Augusta parece preocupada.
-No debes de sufrir por el conde de Noriega, prima-la tranquilizo.
-El conde vendrá a verte antes o después-le asegura Dafne-Tendrá sus asuntos. Y no ha podido escribirte ni siquiera. Pero eso no signfica que no piense en ti. Te aseguro que estará en estos momentos mucho de menos.
               Augusta está viviendo su propio Infierno de amor. Sufre porque está enamorada. Porque no sabe nada de su amado. Porque ese hombre no viene a verla. Quiero saber si el conde ama realmente a Augusta. Dafne también está sufriendo.
              Ama a Ricardo.
              Y yo también estoy enamorada de Ricardo. ¡Estoy enamorada de mi primo!
                Eso no es lo peor. Él me corresponde.
              ¿Qué es lo que nos ha pasado? No quiero que Dafne esté sufriendo por mi culpa.
              Pero se nota que está sufriendo mucho. La veo más delgada que en días anteriores. Tiene los ojos hinchados. Su mirada habla de un gran dolor. Ha estado llorando por culpa del desamor de Ricardo.
                   Nos ponemos de pie.
-Me tengo que ir-anuncia.
-¿Tan pronto?-se extraña Augusta.
-Tenemos una visita muy especial. Mi hermano va a venir a vernos.
-¿Ocurre algo?-inquiero.
-No has estado nunca en sociedad-contesta Dafne-No sabes cómo funciona ese mundo. Yo sí he estado en la temporada social. A la gente le gusta hablar de los demás. Le gusta hablar mal de los demás.
             Salimos al jardín. Agradezco poder respirar aire fresco.
-¿Por qué hablas así?-indaga Augusta.
-La gente dirá que mi cuñada le fue infiel a mi hermano-se sincera Dafne.
-¡Nadie dirá tal cosa!
-Dios sabe que mi cuñada es una mujer muy virtuosa. Le ha sido siempre fiel a mi hermano. Lo adora. Y él, a su vez, la adora a ella.
-¿Cuánto tiempo llevan casados?-me intereso.
              Se trata del hermano mayor de Dafne. La llegada de los hijos, en este caso, se está haciendo esperar. Corrían muchos rumores acerca de la falta de hijos en la pareja. Uno de aquellos rumores apuntaba a que ella era estéril.
-Son nueve años de matrimonio-contesta Dafne.
               Nueve años...Los hijos no lo son todo en un matrimonio. Cuando vienen, se agradece. Porque los hijos son una prueba de ese amor que se profesa la pareja. O, al menos, eso es lo que quiere pensar mi mente romántica. Se decía que la cuñada de Dafne está a punto de volverse loca por la ausencia de hijos.
                 Finalmente, Dafne lanza un suspiro hondo. Tiene que irse a casa. Nos sonríe. Besa a Augusta en ambas mejillas. Me besa también en ambas mejillas.
-Confío en ti, Claudia-me dice-Confío en tus palabras y en tu buen juicio. Vas a conseguir que Ricardo admita que me ama. ¡Oh, Claudia! ¡Te estaría agradecida toda la vida! ¡Me harías muy feliz!
                  Me siento culpable. El rostro de Dafne está radiante de alegría. No sospecha nada, pienso. Dafne me abraza con cariño.


-Cuento contigo-me dice-No me falles. Mi felicidad depende de ti.
                  ¿Y qué pasa con mi felicidad?, quiero preguntar. Siento ganas de echarme a llorar.
-Te veo muy callada, prima-observa Augusta.
                   No soy capaz de decir nada. ¿Qué es lo que le puedo decir a mi prima? ¿La verdad? ¡Y delante de Dafne! Siento asco de mí misma. Me odio. Soy débil. Débil...Y cobarde...
                   No puedo hablar.
                  Se me hace un nudo en la garganta.
                  ¿Qué le puedo decir a Dafne?
                  Sus ojos me hablan del amor que siente por Ricardo. ¿Podrá leer en mis ojos que yo también le amo? ¿Se dará cuenta de que podría ser su rival? No quiero que Dafne me odie.
-Hablaré con él y veré lo que consigo-digo-Pero no te prometo nada.
                 Aunque no es mucho lo que le digo, Dafne parece darse por satisfecha. Se me parte el alma cuando se aleja de Augusta y de mí. Mi prima se queja del viento que hace y que se le va la falda. Yo no le hago caso. Tengo otras cosas más importantes en la cabeza.

2 comentarios:

  1. Me parece que mi "tocaya" ha cometido un grave error, porque se va a enredar en esta madaña aún más, y la pobre no hace más que sufrir, es tan noble; ojalá pronto se devele la verdad y nuestros protagonistas puedan ser felices al fin.

    Besos.

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  2. Madre mía!!!
    menudo conflicto.
    Me encanta
    Besos

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