sábado, 19 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

2 de febrero de 1825

-¿Cómo está Augusta?-me pregunta Dafne, la mejor amiga de mi prima, que ha venido a verla.
-Está descansando en su habitación-le respondo.
-¡Pobrecilla! ¡Ojala se recupere pronto!
                Mientras Dafne y yo hablamos en el salón, oímos cómo cae la lluvia con fuerza en la calle. Ha sido una locura que Dafne haya venido a ver a Augusta.
-El médico ha venido a verla-le informo.
-Espero que no sea nada grave-dice Dafne.
-Mi madre se ha asustado cuando Augusta se ha despertado con un fuerte dolor de cabeza esta mañana. Para ella, es como otra hija. La quiere muchísimo. Augusta decía que no era nada. Por suerte, así ha sido. Es sólo una jaqueca. Muy fuerte, eso sí. Pero sólo una jaqueca...
-Mañana, estará como nueva.
                Dafne viene a visitar con frecuencia a mi prima desde que ésta se vino a vivir con nosotros. Yo me digo a mí misma que Dafne siempre es bienvenida a esta casa. Ella y Augusta son casi como hermanas. Dafne tiene dos años menos que mi prima. Va camino de convertirse en una solterona.
-¿Dónde está Ricardo?-me pregunta.
                Aunque la chimenea está encendida, tengo frío. Ése es el motivo por el que Dafne viene de visita. Quiere ver a mi primo.
-Está cuidando de Augusta-le respondo.
-Es un buen hermano-afirma Dafne.
                No entiendo el porqué Dafne está tan interesada en Ricardo. Es cierto que se conocen desde hace muchos años. Pero no la veo como esposa de mi primo. Augusta permanece con ellos cuando Dafne busca a Ricardo. Le pide libros prestados.
-Será un buen marido-augura Dafne-Lo sé.
 
               Me pongo rígida al imaginarla casada con Ricardo. Sé que no debo de sentir celos. Pero me pregunto si Ricardo sentirá algo por ella. En ese momento, entra Ricardo en el salón. El rostro de Dafne se ilumina al verle. Mi primo se acerca a ella para saludarla. Deposita un beso suave en su mano. Yo aparto la vista para no ver esa escena. No sé porqué, pero me hace sentir incómoda. Es raro. Debería de estar contenta porque mi primo está interesado en Dafne Velasco.
-Es un placer verte-le dice-Ya te habrá informado mi prima sobre mi hermana.
                Dafne asiente y le pregunta por Augusta.
-Mi hermana está un poco mejor-le contesta.
-¡Cuánto me alegra saberlo!-exclama Dafne.
                De pronto, acabo pensando en Pedro Serrano. Ese joven me cae como una patada en el estómago. Ricardo se sienta al lado de Dafne en el sofá.
-No tienes de qué preocuparte-dice Dafne-Augusta se pondrá bien. Siempre ha sido muy fuerte.
-Mi hermana ha cambiado mucho en los últimos tiempos-se sincera Ricardo.
                Oigo cómo la lluvia golpea los cristales de la ventana del salón. Me molesta que Ricardo y Dafne se tuteen.
-La muerte de nuestros padres ha sido un duro mazazo para ella-prosigue mi primo.
                No sé porqué pienso en Pedro Serrano. Es el hijo menor de un hidalgo vecino nuestro. Los vecinos saben que los Serrano están en el ruina. Pedro es un juerguista empedernido.
-Espero no estar aburriéndote con nuestra charla, Claudia-me dice Dafne-Pero tengo muchas preguntas que hacerle a tu primo.
-No me importa-le contesto.
              Miento.
             Oigo el aullido lejano de un lobo. Sé que Pedro no está interesado en mí. En quien está realmente interesado es en mi dote, bastante elevada, por cierto. Nuestra criada Rosalía entra en el salón portando una bandeja con tres tazas de chocolate caliente. Ricardo vierte un poco de azúcar en la taza de chocolate de Dafne a petición de ésta. Me pregunto qué habrá visto en ella. Aparte de su descolorido pelo castaño, no le veo ningún atractivo físico. Según yo...
-Ha recibido un ramo de flores silvestres que le ha enviado don Enrique-cuento, refiriéndome a Augusta-Son preciosas.
-El conde de Noriega es el mejor partido de toda la región-puntúa Dafne-Es viudo y no tiene hijos. Tiene mucho dinero y muchas tierras.
-Le gusta mi hermana-interviene Ricardo-No lo disimula. Augusta, al final, va a tener razón. Se casará con el mejor partido del país. Y nosotros lo veremos.
                La isla tiene su propia capilla. Bebo un sorbo de mi taza de chocolate. Quiero que Augusta sea feliz.
-¿Y qué siente Augusta por el conde?-inquiere Dafne.
                 El viento sopla con fuerza. Yo me encojo de hombros. ¿Qué ha visto Augusta en el conde de Noriega? Él viene a verla con frecuencia. Se limita a besarle la mano de manera cortés cada vez que se ven. Pero mi madre ya ha empezado a bordar las sábanas de su ajuar de bodas. Dice que su sobrina tiene que ir bien preparada al Altar. A mí me dice que tendré tiempo de buscarme un marido. Después de todo, apenas he sido presentada en sociedad.
                 Augusta todavía no habla de boda. Creo que ni piensa en casarse con don Enrique. Me pregunto si él le habrá robado un beso. No debería de pensar en esas cosas.
-Le agrada su compañía-contesta Ricardo.
                 No habla de amor. Ricardo está hablando de compañía. Una vez, oí que el matrimonio no se basaba sólo en el amor. Que había que existir cierta amistad entre los cónyuges si querían ser realmente felices.
-¡Son muy distintos!-intervengo.
             ¿Podré llegar a sentir cierta simpatía por Pedro Serrano? Él quiere cortejarme. En realidad, sólo busca mi dote. Desconfío por completo de él. Se lo he hecho saber. Pero él no para de insistir. Augusta me ha indicado en más de una ocasión que es muy apuesto. No soy ciega y me doy cuenta de que es bastante atractivo. Hay un retrato colgado de mi abuela en la pared del salón. Tengo la sensación de que nos está mirando. Lleva puesto un vestido de color negro. Cintura alta y pasado de moda...Su mirada me pone los pelos de punta.
              Ricardo palmea con gesto familiar la mano de Dafne. ¿Qué está haciendo?
-Me alegro de que hayas venido, Dafne-le asegura-Aunque no puedas ver a mi hermana, le haré saber que has venido a interesarte por ella.
-No podría hacer menos-dice Dafne-Augusta es casi como una hermana mayor para mí. Le debo muchas cosas.
-Ella lo sabe.
          Quizás, Augusta viva bajo el mismo techo que yo. Pero no soy su confidente. Es Dafne la confidente de mi prima. Es Dafne la persona que mejor la conoce.
-Estamos dejando un poco al margen a Claudia-la interrumpe Ricardo, señalándome con la cabeza.
            Dafne sonríe. Su sonrisa es muy cínica. Al menos, eso es lo que pienso. ¿De verdad quiere Augusta que se case con Ricardo? Definitivamente, mi prima se ha vuelto loca. Dafne no es la mujer que mejor le conviene a mi primo. Sinceramente, pienso que Ricardo debería de pensar en otras opciones. Él es un espíritu elevado. Dafne es mucho más terrenal.
              ¿Y quién es la mujer que mejor le conviene a Ricardo? A decir verdad, no tengo ni idea. Tiene que ser recatada y virtuosa. Tiene que ser prudente. Tiene que quererle muchísimo. Tiene que preocuparse mucho por él. Tiene que saber escucharle.
-De verdad, no me importa-miento, sin pudor alguno-Estaba pensando en mis cosas.
-¿Como en el señoritingo ése?-indaga Ricardo-El tal Serrano...¡Ese cretino!
                Me detengo al oírle. La voz de mi primo suena muy dura. Parece que está enfadado. ¿Está enfadado? ¿Con quién?
-No es ningún cretino-defiendo a Pedro-Es todo un caballero.
            ¿Acaso Ricardo está celoso de Pedro? ¿Por qué tengo que defenderle? ¡Es verdad que es un cretino! Dafne me mira a mí. Después, mira a Ricardo. Parece que no está entendiendo nada de lo que está pasando. Ni yo misma puedo entender a Ricardo. Me consuela saber que Dafne tampoco lo entiende. ¿Por qué está Ricardo celoso de Pedro?
-Tu primo no quiere que sufras, Claudia-dice Dafne, creyendo adivinar por dónde van los tiros-Pedro Serrano tiene muchas deudas. Y tú tienes...Bueno...
-Yo tengo una dote muy alta-concluyo la frase por ella-No hace falta que me lo recuerdes.
-Por eso mismo, tienes que tener cuidado-me exhorta Ricardo-Hay mucho canalla suelto por ahí. Sólo nos preocupamos por ti. Queremos protegerte.
-Os agradezco vuestros desvelos. Pero no hace falta. Quiero pensar que el señor Serrano tiene razón. Que ha cambiado.
              Es mentira que haya cambiado. Sus juergas son conocidas en la isla. No sé si debo de alentarle. Me aterra la idea de verme casada con semejante elemento. Me dejará en la ruina a las dos semanas de habernos casado.
-Es una pena que el conde de Noriega sea hijo único-se lamenta Dafne.
                A veces, pienso que mis padres desearían verme casada con don Enrique. Pero él ya ha escogido. Está enamorado de Augusta. Dafne bebe un sorbo de su taza de chocolate. Permanece un rato más con nosotros. Ha venido en carruaje, a pesar de que la isla no es muy grande. Y vive bastante cerca de nosotros.
          Esta casa en la que vivo es tan grande que, a veces, me pierdo.
-Parece un enorme castillo-me comenta Dafne, refiriéndose a mi casa.
             Le digo que siempre será bienvenida a este lugar.
             Dafne me sonríe de nuevo. Su sonrisa no me acaba de gustar.
-Ésta es tu casa-añado.
             Dafne mira el reloj de pie que tenemos en una esquina del salón. Sale un cuco a dar la hora. En ese momento, escuchamos el  cu-cu. Son las seis de la tarde. Fuera, parecen las doce de la noche. Dafne parece sobresaltarse. Dice que tiene que irse.
               Ricardo y yo nos ponemos de pie al mismo tiempo que se pone ella de pie y coge su bolsito de mano.
-Decidle a Augusta que he venido a verla-nos pide.
-Descuida-la tranquilizo-Se lo diré personalmente.
-Has sido muy amable-dice Ricardo-Mi hermana es muy afortunada por tenerte como amiga.
-No digas eso-Dafne se ruboriza-En realidad, Augusta tiene suerte de teneros a vosotros. Su hermano menor...Y su prima...-Se dirige a mí-Claudia, aunque no lo creas, ella te quiere mucho. Eres como una hermana pequeña para ella.
-Celebro saberlo-contesto.
          

            Acompañamos a Dafne hasta la salida.
-Vendré otro día-nos comunica.
-Te estaremos esperando-le sonríe Ricardo.
            Dafne me besó en la mejilla.
-Cuídate, Claudia-me pide.
-Lo mismo digo-le contesto.
            Ricardo le besa la mano con cortesía. Un criado abre la puerta. Dafne nos despide con la mano. Y sale. Yo subo la escalera. Voy a ver cómo está Augusta.
-No hagas mucho ruido-me aconseja Ricardo-Está dormida.
-Sólo quiero ver cómo está-insisto.
-Claudia, sé que eres una muchacha muy prudente. Harás lo correcto. Por eso, te pido que pienses bien. No cometas una tontería. Pedro Serrano no te conviene.
-Eso lo decidiré yo. Después de todo, se trata de mi vida.
              Sigo subiendo la escalera. ¿Quién se ha creído Ricardo que es? ¿Con qué derecho se mete en mi vida? ¿Por qué siento celos de Dafne Velasco? De verdad, hoy tengo un día tonto. No sé lo que me pasa.

1 comentario:

  1. Siento en verdad como si estuviera leyendo el diario de una persona muy especial, y me encanta conocer sus emociones, que nos cuente lo que le sucede, aún lo que no comprende.

    Besos.

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