lunes, 28 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

Esta mañana, he tenido un momento de bajón terrible que no se lo deseo a nadie. Llevaba unos días sintiéndome mal y esta mañana me he derrumbado. He llegado a la conclusión que nada de lo que estaba haciendo valía la pena. He llegado a considerar seriamente en cerrar todos mis blogs y en mandar al cuerno todo lo que estaba haciendo.
Pero una charla con una persona muy especial me ha hecho ver el error tan grande que he estado a punto de cometer. Me ha consolado, me ha animado, me ha hecho ver que vale la pena seguir adelante. Que los momentos de bajón son algo normal, pero que no vale la pena tirarlo todo por la borda.
Sin la escritura, yo no sería nada. Sin mis sueños, y no exagero, estaría muerta.
Por eso, por hacerme reflexionar, por ayudarme a recapacitar, este capítulo va dedicado espcialmente a mi querida amiga Anna.
¡No os perdáis la segunda parte de su novela El viaje en su blog Romance!
http://romanceanna.blogspot.com.

        7 de febrero de 1825

-¿Para qué sirve el boga?-le pregunto a Rosalía.
        Esta planta crece en la isla.
-En realidad, sólo sirve de estorbo-responde Rosalía.
           Estoy sentada en el sofá leyendo un libro. Rosalía está limpiando el polvo del aparador del salón. Veo un dibujo de la boga en el libro que estoy leyendo. Me levanto del sofá para enseñárselo a Rosalía.
-No sé leer, señorita-me dice ella.
-No hace falta que leas-le insisto-Sólo mira el dibujo.
           En ese momento, Sancho, el mayordomo entra en el salón. Anuncia que ha llegado visita.
-La señorita Dafne Velasco, señorita Ballester-anuncia.
            ¡Dafne! ¿En esta casa? El libro se me cae de las manos. Rosalía lo coge.

-Dile que pase, Sancho-le indico al mayordomo.
            Al cabo de cinco minutos, Dafne entró en el salón.
            Llevaba el cabello castaño recogido en un moño. Un sombrero que se quitó nada más entrar en el salón.
-Buenas tardes, Claudia-me saludó cortésmente.
          Es una sensación curiosa. Conozco a Dafne desde hace muchos años. Pero no puedo decir que seamos buenas amigas. Hemos hablado en ocasiones. De pequeñas, incluso, hemos jugado juntas. Pero no existe entre nosotras un grado de intimidad que nos permita decir que seamos amigas.
-Buenas tardes, Dafne-le devuelvo el saludo.
-¿Está Augusta?-me pregunta.
-Ha salido con mi padre-respondo-Creo que han ido a cazar patos. ¡Qué horror!
-¿Sabes si vendrá temprano?
-Suelen venir muy tarde. Casi al anochecer...No deben de ser más de las cuatro de la tarde.
-¡Oh, ya!-¿Por qué tengo la sospecha de que Dafne no ha venido a ver a Augusta?-¿Está Ricardo?
-Tampoco está. También se ha ido a cazar patos.
-¡Oh, vaya! ¡Cuánto lo siento!
             La ausencia de Ricardo no le gusta nada a Dafne. Se le nota en la expresión de su cara. ¡Ha venido  a ver a Ricardo! No ha venido sola, por supuesto. No es tan tonta como puede aparentar ser. Ha traído consigo a su doncella personal. Por lo menos, ha sido decente en ese aspecto.
             Dafne y yo tomamos asiento en el sofá. Dafne alaba el vestido de color azul celeste que llevo puesto hoy. Me pregunto si está siendo sincera. Yo, por ser tan falsa como ella, alabo el vestido de color blanco que lleva puesto. Pienso que ese color es el menos indicado para una joven de veintidós años, como los tiene ella. Pero pienso que ese vestido hace juego con el color de sus ojos azules.
            Dafne es tan alta como Augusta y como yo. Tiene unas facciones que yo definiría como clásicas.


-A mí no me engañas-ataco-Has venido a ver a mi primo. ¿Me equivoco?
-¡Oh, mi querida Claudia!-se escandaliza Dafne-¿Cómo puedes pensar esas cosas de mí?
             Se echa a reír.
             Tiene una risa que no podría calificar como falsa. Más bien, tiene una risa nerviosa. Como de alguien que ha sido sorprendido en una mentira. Y trata de disimular.
             Miro a Dafne con escepticismo.
-¿Habla mucho Ricardo de mí?-me pregunta-Eres su prima, casi como una hermana para él-Me disgusta terriblemente que me diga eso. Que me lo recuerde. ¡Lo aborrezco!-A lo mejor...A ti te cuenta cosas que no le cuenta a Augusta.
-Habla mucho de ti-respondo.
-Espero que todo lo que diga de mí sea bueno-se jacta Dafne.
                Tengo que admitir que las virtudes de Dafne son mayores que sus defectos. Es la única hija de una de las familias más pudientes de la isla. Su padre y mi padre son buenos amigos. Tiene tres hermanos mayores. Los tres están casados y con hijos. El señor Velasco no ve la hora de casar a Dafne. El problema siempre ha sido la negativa de su hija a contraer matrimonio.
              Pero escuché decir a una criada que trabaja en la masía de los Velasco y que es buena amiga de Alfreda que Dafne parece haber cambiado de opinión en los últimos tiempos. Dice que quiere casarse.
               De pronto, la amiga de mi prima se pone de pie. Dice que tiene prisa y que tiene que irse. La espera visita en su casa. Y no quiere parecer descortés.
-¿No te quedas a merendar?-le pregunto.
               He de ser educada ante todo.
-No puedo, Claudia-responde Dafne-Son mis tíos de Lérida los que vienen a verme. ¡Hace mucho que no les veo!
-Salúdales de mi parte-le digo.
              Dafne me besa en la mejilla y se va.
  
MÁS TARDE...
 
-¡Estaba allí, Claudia!-me cuenta una emocionada Augusta.
-¿Quién estaba allí?-quiero saber.
-¡El conde de Noriega! Estaba en la cacería.
                Yo me he quitado el vestido que he llevado puesto durante la cena. Me he soltado el pelo y me lo he cepillado cuando Augusta ha entrado en mi habitación. Llevaba su largo cabello suelto y llevaba puesto el camisón. Sentadas en la cama, me ha enumerado las numerosas virtudes del conde.
-Hemos hablado mucho-me ha contado-Conoce toda mi historia. Sabe cómo murieron mis padres.
-Fue un accidente-le recuerdo-¡Oh, prima! No quiero que estés triste.
-Pensé que don Enrique me rechazaría. Mis padres murieron en el transcurso de una carrera. No fue un accidente. Fue una temeridad.
                 Por mucho que Augusta admire a mis tíos, es consciente de que las cosas que hacían no eran las correctas.
-¡Pero eso no le importa!-exclama.
-Fue una tragedia-afirmo-El conde tiene que consolarte. Apoyarte.
-¡Por eso te lo digo, Claudia! El conde no me echa nada en cara. ¡Al contrario! Le gusta hablar conmigo. Dice que soy inteligente. ¡Yo! La cabeza de chorlito de Augusta Ballester...
-No eres ninguna cabeza de chorlito.
                  Nunca he estado en una cacería de patos. Augusta, Ricardo y mi padre han vuelto a casa enarbolando lo que ellos llaman sus trofeos. Cada uno ha matado un pato. Desde casa, se oían los disparos. Traían los cadáveres de los patos boca abajo.
-Don Enrique también ha matado un pato-me cuenta Augusta.
                Se pasan todo el día en la laguna matando patos. Forman un grupo de unas veinte persona. Quizás, sean menos personas. No quiero saber lo que hacen después de matar a los pobres animalitos.
-Quiere regalármelo-me asegura Augusta.
-¿Y no crees que es mejor que te regale flores?-le sugiero.
-Estuvimos escondidos un buen rato detrás de un árbol observando a los patos.
-¿Los dos solos?
-¡No! Ricardo estaba con nosotros. Además, el conde es todo un caballero.
-Aunque sea un caballero, prima. No es correcto que os podáis ver a solas. Pondría en peligro tu reputación.
-Lo sé. La tía Prudencia y tú me lo habéis explicado cientos de veces-Mi madre se llama Prudencia-Pero confío en don Enrique. Sé que nunca me haría daño. Además, soy una mujer adulta y sé bien lo que estoy haciendo. Quien debería de tener cuidado eres tú, prima.
                Se está refiriendo al hecho de que Pedro Serrano viene a verme. No sé si me gusta que me corteje. Por un lado, pienso que es lo normal.
               Es un caballero. Yo soy una dama. Si un caballero me corteja, debo de sentirme halagada. Pero, por otro lado, mi mente me advierte de sus auténticas intenciones. No doy pie a que se tome ciertas libertades conmigo. ¿Ciertas libertades? ¡Ninguna clase de libertad? Pero, además, está mi corazón. ¿Y qué me dice mi corazón?
                 No quiero oírle. Pero me susurra una y otra vez el mismo nombre. Ricardo...¡No quiero escuchar ese nombre! ¡Es mi primo! ¿Por qué tengo que pensar siempre en él?
-Te has quedado callada, Claudia-observa Augusta-Espero que no te haya sentado mal lo que te he dicho. Sólo pienso en tu bien. Pedro Serrano es muy atractivo. Pero es un sinvergüenza. No te conviene.
-Lo sé-admito.
-Entonces, no dejes que venga a verte.
-Me tiene que cortejar, prima.
-¿Por qué? ¿Te ha amenazado con algo?
-Tiene la personalidad de una lechuga. Pero...No te lo puedo contar, Augusta. Lo siento.
              Si se lo cuento a mi prima, no lo entenderá. ¡Ni yo misma lo entiendo! ¿Cómo ha podido pasar?
               ¿Qué hago con todo lo que siento por Ricardo? ¿Cómo lo arranco de mi pecho? ¿Cómo le olvido? No es fácil. Los dos vivimos bajo el mismo techo. ¿En qué momento cambió todo entre nosotros? ¡No consigo recordar ese momento! Fueron, en realidad, muchos momentos. Mientras crecíamos. Viviendo juntos.


domingo, 27 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

              6 de febrero de 1825

             Me cansa oír a Augusta enumerar una tras otra las virtudes de Dafne Velasco. No estoy celosa. Simplemente, estoy cansada de que mi prima le hable constantemente a su hermano de esa joven.
              Esta tarde, salimos a tomar el fresco al jardín. Hace Sol y el cielo está despejado. Nos sentamos en el suelo y prescindimos de las sillas. Ricardo dice que tiene que irse pronto.
-¡Apuesto un real a que vas a ir a ver a Dafne!-aplaude Augusta, risueña.
-¿Vas a ir a ver a esa joven con tu ojo morado, primo?-apostillo-Va a pensar que te gusta meterte en peleas.
-Ya os he dicho a las dos que me he dado un golpe con la portezuela al bajar del carruaje-insiste Ricardo-Fue un accidente. Un accidente muy tonto, lo admito. Dafne lo entenderá. Nos conocemos desde que éramos unos críos.
-No quiero que le causes una impresión desagradable, Ricardo-le pide Augusta-Acuérdate que ella y yo somos amigas desde que éramos pequeñas. No quiero que la ofendas.
-Nunca haría nada para ofender a Dafne, hermana mayor-le promete Ricardo-Confía en mí.
              Mira su reloj de bolsillo.
-Se está haciendo tarde-anuncia.
              Se pone de pie.
-¿Vas a ir a ver a Dafne?-quiero saber.
-¿La estás cortejando?-se emociona Augusta.
-Aún no lo sé-admite Ricardo-Tengo que ir a verla.
              Se despide de nosotras. A mí, cosa rara, me da un beso en la cabeza. Tiene los labios calientes.
              Se dirige a los establos. Augusta y yo le seguimos con la mirada.
-No veo a mi hermano muy entusiasmado-observa mi prima.
-Quizás, no está enamorado de Dafne-opino.
-La quiere mucho.
-No es lo mismo que amarla.
               El gesto de Augusta se torna pensativo.
-¡Tiene que quererla!-insiste-¡Oh, Claudia! Dafne es mi mejor amiga. Si Ricardo la ofende, dejaría de hablarme. No quiero perder su amistad.
-Dafne me parece una joven muy comprensiva-le digo.
               Me abstengo de decirle lo que opino verdaderamente de ella. Me parece que es demasiado engreída. Y peca mucho de superficial. A Ricardo no le gustan las mujeres superficiales. ¡Apuesto que su matrimonio duraría menos de un mes!
                No estoy celosa, me digo a mí misma. Sólo estoy pensando en el bienestar de mi primo. Nada más...Quiero que sea feliz. Le vemos salir a lomos de su caballo, Bruch.
-¡Podría escaparse con Dafne!-exclama-¡Oh, eso sería tan romántico!
-Como en una novela sentimental...-suspiro.
-Ricardo es muy impulsivo.
-Ése es su mayor defecto. Tendría que ser más comedido.
-Nuestro padre era así-Los ojos de Augusta se llenan de lágrimas-Tengo miedo, Claudia. Ricardo es mi hermano. Me da miedo perderle. No quiero que le pase nada malo.
-No sé lo que es tener un hermano, Augusta. Pero sí os quiero a Ricardo y a ti como a unos hermanos. Si algo le ocurriera a mi primo, me moriría.
                Augusta baja la vista.
-¡Pero no le va a pasar nada!-se anima-Sabe cuidar de sí mismo. A veces, cuida de nosotras. Se preocupa mucho por mí. Es mucho más maduro de lo que piensas. Tengo la sensación de que hace de padre conmigo.
               Pienso mucho en el ojo morado con el que vino ayer Ricardo.
                ¿En serio fue un accidente? ¿O fue algo más?
-¡Niñas!-nos llama una voz conocida.
              Es mi madre.


-Tienes visita, Claudia-me comunica-Augusta, quédate cerca de tu prima.
               En ese momento, sale al jardín Pedro Serrano. Augusta y yo intercambiamos una mirada de asombro.
-Buenas tardes, señoritas-nos saluda a las dos.
-Buenas tardes...-contestamos Augusta y yo a la vez.
-¿Qué os ha pasado, señor Serrano?-indago.
-Mi caballo se volvió loco ayer-contesta Pedro-Me tiró al suelo. Por suerte, no me he roto nada.
-Excepto la nariz...-observa Augusta.
-Debería de tener más cuidado, señor Serrano-interviene mi madre-Conozco de su temeridad cuando monta. Debería de saber comportarse en la vida. Tanto a lomos de un caballo...Como cuando va caminando por el suelo. Buenas tardes...
              Mi madre se da media vuelta y se mete dentro de casa.
              Augusta y yo nos ponemos de pie.
-Me alegro de que esté bien-dice mi prima-Los hombres son muy propensos a sufrir accidentes.
-¿Por qué decís eso?-pregunta Pedro.
               Respondo yo por Augusta.
-Habla de mi primo-respondo-Su hermano Ricardo...Ayer, vino a casa con un ojo morado. Nos contó que se golpeó con la portezuela al bajar del carruaje.
-Está cortejando a mi amiga, la señorita Velasco-le comenta Augusta.
-Eso todavía no es oficial, prima-la corrijo.
                Me molesta que Augusta dé por hecho demasiadas cosas.
                Pero me extraña cómo ha venido Pedro Serrano.
                Se nota que tiene la nariz rota. Su tabique nasal, hasta hace unos días, era perfecto. La veo desviada.
                No tiene el ojo morado, como lo tiene Pedro. ¡Tiene los dos ojos morados!
                Lleva puesto un sombrero de copa negro. De esta manera, puede disimular esas señales.
                 Me fijo en que tiene un labio partido.



-Será mejor que pasemos dentro-decide Augusta-Empieza a hacer frío.
-Opino lo mismo-la apoyo. Miro a Pedro-¿Nos acompañáis? Para nosotras, sería un honor.
-Sólo quería acercarme a saludaros, señorita Ballester-contesta Pedro. Mira a Augusta-Aunque también es un placer saludar a vuestra prima.
-Gracias...-dice Augusta.
-Os felicito-le dice Pedro-Tenéis una prima encantadora.
Dicho esto, se va.
                         Le seguimos con la mirada.
-Es fácil caer en sus redes-observa Augusta.
                   El mayor don de Pedro es la palabrería. Sabe bien lo que tiene que decir. Sabe bien cómo debe de decirlo para conseguir lo que se propone. Pero el aspecto que ha traído esta tarde me inquieta. Sus dos ojos morados...La nariz rota...
                 Ha debido de pelearse con alguien. Una idea empieza a formarse en mi cerebro, pero la rechazo de plano.
-¿Crees que Ricardo ha podido pelearse con el señor Serrano?-le sugiero a Augusta.
-¡Qué cosas dices, Claudia!-se ríe mi prima-La dote de Dafne no es tan elevada como la tuya. Además, él no se dedica a perseguir a jovencitas vírgenes. Ni a jóvenes de veintidós años...
-Te recuerdo que me quiere cortejar-aviso.
-Tu caso es distinto-afirma Augusta-Tú tienes una buena dote. Es lo que él busca. Tu dote...
-Tengo dieciocho años. Y...-Me ruborizo-No conozco varón.
-Encajas en su imagen de esposa perfecta para él. Rubia...Modosita...Guapa...Pero ere demasiado inteligente para él. Lees mucho más que él. No te fíes de ese rufián.
-Te has puesto roja cuando se ha dirigido a ti.
                Augusta vuelve a ponerse roja. Pero niega con la cabeza.
-En mi caso, es distinto-afirma-Tengo veinticuatro años, Claudia. Se supone que soy ya una solterona.
-Dudo mucho que seas una solterona-apostillo-El conde de Noriega está muy interesado en ti. ¡A lo mejor, para finales de año, ya eres la nueva condesa de Noriega! Y el año que viene estaremos celebrando la noticia de que vas a ser madre.
               Augusta y yo empezamos a caminar. Nos metemos dentro de casa. Mi prima está entusiasmada con la idea.
                Los vecinos empiezan a regresar a sus casas tras una larga jornada. Trabajan en el cultivo de arroz.
                Mi familia y yo vivimos en una masía con la fachada de color blanco, que es una de las más viejas de la isla. Mi padre me contó una vez que esa masía debe de tener unos noventa años. Quizás, tenga unos pocos años más.
                  Dando un paseo por la isla, vemos las masías de las familias más pudientes de la isla. Algunos vecinos se dedican a la crianza de ganado bovino.
                   Se les ve sacando a pastar a rebaños de vacas, de toros y de ternerillos. La playa es extensa y tiene numerosas dunas. Las lagunas que hay en el interior de la isla están comunicadas con el río Ebro. Muchas aves acuden a la orilla de las lagunas a hacer sus nidos. Han escogido este lugar para poner sus huevos y criar a sus polluelos. Curioso...
                  Muchos domingos, mi padre se levanta temprano. Coge su escopeta y se va con sus amigos. Participa en cacerías de patos. Yo lo paso mal porque me da pena que maten a un animal para divertirse. Mi padre dice que caza patos también para que podamos comer pato a la naranja. O paté de pato...Me da asco sólo pensarlo. No puedo probar el pato a la naranja. Se me revuelven las tripas cuando lo miro. Por lo visto, es la actividad favorita de los miembros de las familias pudientes de la isla. Matar animales por diversión. ¡Qué horror! A veces, Augusta y Ricardo se van con mi padre a cazar patos. ¡Qué locos están estos dos!
                  Otras veces, Augusta y Ricardo se van a pescar juntos a la laguna. Yo todavía no he ido con ellos de pesca. Creo que me aburriría.             

sábado, 26 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

             5 de febrero de 1825

-Me ha sorprendido vuestra visita, Excelencia-le dice Augusta al conde de Noriega-La verdad, pensaba que no iba a verle nunca más.
-¿Por qué pensastéis eso, señorita Ballester?-quiere saber don Enrique.
-Siento que os causé una mala impresión. Os pido perdón.
-Nunca me pidáis perdón, mi querida señorita Ballester. Me siento impresionado por vos.
-¿Lo decis en serio?
-Por supuesto...Os gusta caminar. Me gustan las mujeres activas. Es cierto que no suelo ver a damas pasear solas. Pero no importa cuando se tiene la certeza de que no están haciendo nada malo. He pedido informes vuestros, señorita Ballester.
                   Augusta se pone roja.
-¿A qué os estáis refiriendo, Excelencia?-indaga.
-He hablado con vuestro tío-le explica don Enrique.
                  Augusta se pone tensa.
-¿Qué os ha dicho de mí?-le pregunta.
-Dice que estáis un poco loca-responde don Enrique-Pero sabe que sois una de las mejores personas del mundo. Queréis a vuestra familia con locura. Especialmente, a vuestro hermano. Eso es digno de admiración. Siempre quise fundar una gran familia. Con muchos hijos...Por desgracia, no pudo ser.
-Lo siento mucho.
                 Soy testigo de la escena que tiene lugar ante mis ojos. Don Enrique ha venido a visitar a Augusta. Han salido a dar un paseo por el jardín. Me toca a mí hacer de carabina. Trato de imitar a Alfreda cuando hizo ayer de carabina cuando salí con Pedro Serrano. Camino detrás de mi prima y del conde. Me mantengo separada de ellos unos centímetros. Don Enrique mira con arrobo a Augusta. Percibo un brillo en sus ojos desconocido. ¿Se trata de deseo, tal vez? ¿Puede sentir ese hombre lujuria hacia mi prima?
-No lo sintáis-le pide don Enrique.
-Sé lo que se siente al perder a un ser querido-admite Augusta-Ricardo es mi único hermano. Hemos perdido a nuestros padres. Quiero mucho a mis tíos y a mi prima Claudia. Pero...No son mis padres y ella no es mi hermana. Por mucho que los quiera.
-No pueden sustituir el amor de unos padres-termina don Enrique-Es fácil de entender. Soy hijo único. No tengo hermanos. Mis padres murieron cuando yo era muy joven.
-¡Oh!-Augusta parece escandalizada-¿Cómo podéis decir eso, Excelencia? ¡Aún sois muy joven! No sois un vejestorio. No camináis con bastón. Aún podéis pasar una noche entera bailando el vals en una fiesta. O dando un paseo a caballo.
               Intuyo la sonrisa de don Enrique ante el comentario que acaba de hacer mi prima.
-Se agradece el piropo, señorita Ballester-la adula.
               Augusta parece contenta.
-¿Dónde está vuestro hermano?-quiere saber don Enrique.
-Ha salido-contesta Augusta-Me dijo que tenía un asunto pendiente. Le he dejado marchar sin hacer más preguntas. Sospecho que sé adónde ha ido.
-¿Podría saberlo'?
               La voz de Augusta se torna misteriosa.
-Es un secreto-contesta-No os lo puedo contar. Si os lo cuento, Ricardo se enfadará conmigo.
-No he querido ser impertinente-se disculpa don Enrique.
-Nunca lo sois.
                Don Enrique anuncia que tiene que irse. Lamenta hacerlo. Se le nota en el tono de su voz. Augusta se queda desolada cuando el conde se va. Don Enrique se despide de nosotras haciendo una elegante reverencia.
                ¿Qué es lo que habrá visto ese hombre en mi prima?, me pregunto.
                Augusta tiene el cabello de color castaño claro y rizado de manera natural. Las dos tenemos una estatura semejante. Sus ojos son una curiosa mezcla entre el color ámbar y el color castaño. Tiene la nariz respingona. Su barbilla es delicada, pero su mentón es cuadrado. Tiene el rostro ovalado. Una vez, me contó que don Enrique la había besado. Pero que él no se atrevía a repetir aquel beso.
                Su boca es carnosa. Tiene buena figura. Supongo que don Enrique se habrá fijado en la figura de mi prima. A veces, cuando Pedro Serrano viene a verme, me mira demasiado la figura. Me siento incómoda cuando lo hace.


-Ha tenido que irse-se lamenta mi prima.
-Pero vendrá a verte-la tranquilizo-Creo que está enamorado de ti.
-¿Cómo un hombre como don Enrique ha podido fijarse en mí?
-Porque eres una mujer maravillosa.
-Piensa que estoy loca. Una vez, me contó que su primera esposa, Catalina Montoya, buscaba consuelo en los brazos de otros hombres. ¡A lo mejor, piensa eso de mí! ¡No quiero defraudarle!
-¿Por que te menosprecias de ese modo, prima?
-No sé si estarás enamorada del señor Serrano. Pero...El conde es distinto, Claudia. Es todo un caballero. Y yo soy poquita cosa para él.
               Abrazo con cariño a Augusta.
               En ese momento, entra Ricardo en el jardín.
-Hola a las dos-nos saluda.
              Augusta y yo nos giramos para verle. Ahogamos un grito.
-¡Dios Santo!-exclama Augusta-¿Qué te ha pasado?
                Ricardo trae un ojo morado. Augusta le toca la cara. Sólo tiene el ojo morado. Sus manos tienen señales de haber dado golpes.
-¡Oh, no es nada!-contesta Ricardo.
-¿Te has peleado con alguien?-le interrogo.
-¿Con quién me voy a pelear, Claudia?-se burla Ricardo.
-¡Con cualquiera! Vive gente en esta isla.
-200 habitantes por lo que me has contado. Y no...No me he peleado con ninguno de ellos.
-Vamos dentro-le insta Augusta-¡Avisaré al médico!
               Ricardo se echa a reír. Le dice a Augusta que no avise a nadie.
-He tenido un accidente tonto al bajar del carruaje-nos cuenta-¡Me he golpeado con la portezuela!
-¿Y los arañazos de las manos?-le indico.
              Ricardo se encoje de hombros. ¡Me enerva que nos esté mintiendo!
-Me habré arañado con algo-se limita a contestar.
              No sé si Augusta le cree. Pero yo sí que no le creo.
              Ricardo se acerca a mí y me besa en la frente.
-¿Por qué has hecho eso?-le pregunto.
-Eres mi prima-responde.
               No quiero que me recuerde que soy su prima. ¿Por qué somos primos?, me pregunto. ¿Por qué nos une este parentesco? Ese pensamiento me asusta cada vez más y más. No sé lo que va a  pasar.
-Te quiero mucho-me confiesa Ricardo.
              Le doy un beso en la mejilla. Le toco la cara. ¿Con quién se habrá peleado?, me pregunto. ¿Por qué se habrá peleado?
-Yo también te quiero mucho-le corroboro.
              ¿Se habrá peleado con alguien a causa de Dafne?, me pregunto nuevamente. ¿O, a lo mejor, el motivo de la pelea es otro? Ricardo se echa a reír. Quiere tranquilizarnos. Augusta y yo nos miramos intranquilas. Sabemos que no le vamos a sacar ninguna información. No quiere hablar.

viernes, 25 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

                  4   de febrero de 1825

-Estás muy hermosa esta tarde-me dice Pedro Serrano.
-Se agradece el piropo-le contesto.
-No se trata de un mero piropo, señorita Ballester. Os estoy diciendo la verdad. Sois la dama más hermosa que jamás he conocido.
-Y yo pienso que sois el hombre más atrevido que jamás he conocido. No se le pueden decir esas cosas a una dama.
              Me pregunto porqué he aceptado salir con este señor. ¿Puedo pensar en él como en un señor?
              Estamos dando un paseo por los alrededores de la laguna de Calaix de Mar. Muchos pájaros viven aquí.
-No deberíais de hablar tan alto-le digo a Pedro-Muchos son los pájaros que están aninando.
-¡Oh, qué ingeniosa sois, señorita Ballester!-se ríe.
-No se trata de ingenio, señor Serrano. Leo mucho. Y sospecho que vos no leéis nada.
             Agradezco que una de las criadas, Alfreda, nos esté acompañando. Camina por detrás de nosotros. Apenas unos metros nos separa. Me siento más tranquila al saber que Alfreda está detrás.
                Fulmino a Pedro con la mirada.
-Suelo leer mucho-se jacta-Leo clásicos, igual que los lee vuestro padre.
               Lo miro arqueando una ceja. ¿Acaso pretende imitar a mi padre? Puedo dejar que me corteje. Pero algo me dice que no puedo fiarme de él.
-Hacéis bien-me limito a decir.
-Me gustan las mujeres que leen-afirma.
               Me pregunto si le gustarán también las mujeres inteligentes.
-Y las mujeres que, además, son ricas-añado.
                Pedro se echa a reír con esa risa burlona que tiene. Debería de parecerme seductora. Pero me pone de mal humor.
                Tengo la sensación de que se está riendo de mí.
                ¿Por qué he accedido a dar este paseo con él?
-Sois muy aguda-observa.
-Aún no me habéis dicho nada-le reprocho.
-Me gusta vuestro ingenio, señorita Ballester.
-Os gusta algo más que mi ingenio, señor Serrano. Os gusta aún más mi dote. No soy tonta.
-Me ofende que penséis eso de mí.
-Os ofende que os diga la verdad. Cuando me dejéis en casa, correréis a los brazos de cualquier ramera. Y seguiréis corriendo a los brazos de cualquier ramera en el supuesto de que nos casemos.
-No es verdad. No soy esa clase de hombre. No sé lo que os habrán contado de mí. Pero puedo aseguraros que es del todo falso. No pienso en vuestra dote, señorita Ballester. Es más. Ni me interesa. Estoy interesado realmente en vos.
                  No sé porqué he tenido que ser tan directa. Me salía del corazón hablar de manera tan sincera.
                 Pedro intenta ser sincero. Pero una vocecita nacida de mi corazón me dice que no debo de creerle. Me besa demasiadas veces en las manos. Incluso, he tenido la certeza de que desea besarme en los labios. No me imagino besando a Pedro en los labios. Es más. La sola idea de tener que hacerlo me causa repugnancia.
-Me gustan las mujeres directas-afirma-Vos lo sois.
-No os creáis-digo-Me cuesta trabajo expresar lo que digo.
-Pero lo habéis hecho. Mi pasado es el que está hay. No os voy a mentir. He sido un auténtico crápula. Pero quiero cambiar.
-Todos los crápulas dicen que quieren cambiar.
               Mi lengua está suelta. A duras penas, puedo controlarla. No soy yo la que está hablando. Es mi corazón el que quiere ser sincero. No sé porqué tengo que dejar que este sujeto me haga la corte. Supongo que es porque es lo normal. Un caballero corteja a una dama. Pedro es (eso dice) un caballero. Y yo soy una dama. Por lo tanto, tiene que cortejarme.


                      Empiezo a arder en deseos de volver a casa.
-Se está haciendo tarde-le digo a Alfreda.
-¿Queréis regresar, señorita?-me pregunta ella.
-Sí...
-Disculpadme-me dice Pedro.
              Me coge la mano y me la vuelve a besar.
-No me he dado cuenta de que el Sol está empezando a caer.
-Es hora de volver a casa-decido.
-Vendré a veros esta semana. No sé qué día. Pero vendré a veros.
-Os estaré esperando.
               ¿Por qué habré dicho eso? No quiero verle. Pero quiero pensar que es sincero. No quiero pensar que estoy con otro hombre. Porque estoy pensando en Ricardo. Él es el que ocupa mi cabeza todo el tiempo.
               No debería pensar así de él. Es mi primo.
               Mi primo...
              Tengo que enamorarme del señor Serrano, me digo a mí misma. Será un crápula. Pero puede cambiar. Yo le ayudaré a cambiar. ¡Eso no te lo crees ni loca!, me grita esa misma vocecita de antes. La que sale de mi corazón.

jueves, 24 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

3 de febrero de 1825

                      Augusta y yo hemos salido a dar un paseo por la playa.
-¿Cómo te encuentras, prima?-le pregunto.
-Estoy mucho mejor-responde.
-No tendrías que haber salido. Puedes enfermar otra vez.
-Sólo ha sido un simple dolor de cabeza. Nada más.
-Tienes que cuidarte mucho.
-Hablas igual que Ricardo, Claudia. Siempre he gozado de una salud de hierro. Nunca he estado enferma. Ni voy a empezar a enfermar ahora. Además...Hace un día precioso para salir a pasear.
                    Sopla una brisa que mueve nuestras faldas. Augusta se quita los zapatos. También se despoja de las medias. Yo la miro con gesto escandalizado. ¡Qué audaz es!
                    Pienso en mí. ¿Por qué no soy tan valiente como lo es ella?
-Tengo que ir a ver a Dafne-me dice Augusta-Es muy amable. Se preocupa por mí.
-Es una buena amiga tuya-le señalo.
-Puede que sea también un poco más. Espero. Dafne tiene veintidós años. La misma edad que tiene Ricardo. ¡Piénsalo, Claudia! Podrían casarse.
-Claro...
-No parece gustarte la idea.
-Es que no veo a Dafne como novia de Ricardo. O como esposa suya...No sé. No creo que hagan buena pareja. ¿Tú qué piensas?
                Los pies descalzos de Augusta dejan su huella en la arena.
                Nos apartamos corriendo cuando una ola se acerca demasiado a nosotras. Nos echamos a reír. El agua nos salpica. Moja nuestros vestidos.

-¡Acabaré calada hasta los huesos!-me quejo-Mi madre se va a enfadar mucho conmigo.
                Augusta se ríe de mis quejas. Dice que puedo llegar a ser muy aburrida. No sé porqué, pero pienso que tiene razón. Siempre he sido de esta manera.
-Deberías de divertirte más-me aconseja Augusta.
                 Nos dejamos caer en la arena. Yo procuro que la arena no manche la falda de mi vestido.
-Intento portarme de un modo correcto y adecuado-me defiendo.
-Eres muy aburrida-se ríe Augusta-No puedes pasarte la vida haciendo lo correcto. Acabas amargándote. ¿No crees?
                  Me encojo de hombros. Puede que Augusta tenga razón. Pero me han enseñado a respetar las normas sociales. Me resulta imposible cambiar. No quiero cambiar.
-Y tú crees que a Ricardo le conviene otra clase de esposa-apostillo.
-¿Cómo quién?-me interroga Augusta.
-No sé. Una joven más sensata...
-Dafne se parece mucho a mí. Pero también tiene mucho de ti. Es la combinación perfecta. Adora a mi hermano. Y quiero pensar que él no le resulta indiferente.
               El estómago se me contrae al imaginar que Ricardo pueda estar enamorado de esa imbécil de Dafne Velasco. ¿Por qué me preocupa tanto lo que pueda haber entre ellos?
-Te noto pensativa-observa Augusta.
-Estaba pensando en el señor Serrano-miento-No sé. Hay algo en él que no me termina de gustar. Es muy atrevido.
-Está interesado en ti. Pero no debes de darle muchas esperanzas.
-He oído toda clase de rumores sobre él. Que si está en la ruina. Que si es un juerguista. Quiere cortejarme.
-Sólo busca tu dote.
-Lo sospechaba. Pero...
-Ten cuidado, Claudia. Mantén las distancias con él. No me fío ni un pelo de ese hombre.
-Pero...¿Y si está de verdad interesado en mí? ¿Y si le gusto tal y como soy? No creo que sea un adefesio. ¿Verdad?
-¡Oh, no! No lo creo.
                 No sé qué pensar.
                Podría darle una oportunidad a Pedro Serrano.
                La brisa me golpea de lleno en la cara. Juguetea con los mechones de pelo que se escapan de mi moño. Me quito el sombrero.
                  No sé porqué me molesta que Ricardo pueda estar interesado en Dafne Velasco.
-¿Hay algo entre mi primo y tu amiga?-le pregunto a Augusta.
-Que yo sepa, no hay nada entre ellos-responde mi prima.
-Es decir, aún no ha empezado a cortejarla.
                 Augusta se encoje de hombros.
                 Desearía poder leer su mente. Quiero saber lo que está pensando.
                  Puede ser que esté pensando en la futura boda de Ricardo con esa tonta de Dafne.
                Pero también puede estar pensando en el conde.
-¿Crees que sería una buena condesa?-me pregunta a bocajarro.
-Serías una maravillosa condesa-le respondo-¿Por qué me lo preguntas?
-El conde de Noriega  viene mucho a verme. Parece que está interesado en mí.
-¡Eso es motio de alegría, mi querida prima!
                 Pero Augusta tiene el ceño fruncido.
-Me da mucho miedo defraudarle, Claudia-me confiesa.
                  Me pregunto cómo una joven tan buena como ella va a fallarle al conde.
-Si él te quiere, no le defraudarás-le aseguro. Le cojo las manos-Si hay amor, lo demás no tiene que importar.
-Está muy preocupado por las apariencias-me cuenta Augusta-Estuvo casado con la mujer ideal. O eso dicen. Quizás...Es mentira. Apenas habla de su primer matrimonio. Sospecho que fue muy desgraciado.
-Catalina Montoya, su primera esposa, parecía ser la mujer perfecta en todos los sentidos. El señor Serrano llegó a conocerla. Dice que es...No me atrevo a contártelo. Dijo una palabrota muy fuerte.
               Me pongo roja al recordar el comentario que me hizo Pedro Serrano acerca de Catalina Montoya.
               Augusta se echa a reír. Parece relajarse un poco.
               Ama al conde, pienso. Ya no me cabe la menor duda. Lo ama y desea ser su esposa. No debería de estar tan preocupada. Sé que lo va a hacer muy feliz. Me detengo en ese pensamiento. ¿Será capaz don Enrique de hacer feliz a Augusta?
-Tengo que empezar a cambiar-decide mi prima.
               Se pone las medias.
-No creo que pasear descalza por la playa sea un delito-observo.
-No quiero que don Enrique piense nada malo de mí-me dice mi prima-Tengo que empezar a portarme bien.

                ¿Y cómo soy yo?
               Tengo el cabello largo, de color dorado pálido. Mis ojos son de color azul cielo. Están coronados por espesas pestañas. Mis cejas son finas y delicadas. Tengo la nariz pequeña y puntiaguda, muy al estilo romano, como dice mi padre, apasionado de los clásicos romanos. Soy bajita y delgada. Pero Pedro Serrano dice que estoy muy bien formada.
                 Mi figura es lánguida. Tengo la piel muy clara. Ricardo dice que hay algo en mí que le recuerda mucho a los ángeles. Dice que sólo me falta ponerme las alas y un halo para parecer un ángel.
-¡No digas eso!-le regaño.
                Tengo el rostro ovalado. Ricardo me besa, a menudo, la cara. Me dice que tengo las facciones adorables. Muy dulces...
                 Mis mejillas son sonrosadas. Blancas y sonrosadas...
                 Mis pómulos son altos.
                 Me gusta leer todos los libros que caen en mis manos. Disfruto leyendo ensayos de Feijoo.
                  Confieso que me cuesta trabajo hablar con la gente. Tengo miedo de que se rían de mí. Intento ser perfecta. Quiero ser elegante. Quiero ser recatada. Quiero ser refinada. Quiero ser virtuosa.. Tiene razón Augusta cuando dice que soy una aburrida.
                 Pero soy así y sé que no voy a cambiar por nada del mundo.


                     Vivo en la isla de Buda. Se encuentra en el extremo oriental del Delta del Ebro. Esto lo sé porque lo leí en un libro de Geografía. Me propuse localizar mi casa y lo conseguí. Escribí en un papel dónde vivo.
                     Augusta y Ricardo han vivido toda su vida en el municipio de San Jaime de Enveija. A este municipio pertenece la isla de Buda. Vivían en una casa junto con mis tíos. Recuerdo que vivían alejados de los demás vecinos. El carácter alocado de mis tíos les asustaba. Solían participar en carrearas de carruajes. ¡Estaban locos! ¡Como cabras!
                    La isla tiene unos cinco kilómetros de longitud.
-Es la isla más grande de toda la comarca-se jacta mi padre.
                    A Augusta, a Ricardo y a mí no gusta dar largos paseos por la isla. Tiene forma de triángulo invertido cuyo vértice está hacia el sur. Está rodeada por los dos brazos del río Ebro. El principal brazo está al norte. A veces, llegamos hasta esa zona sólo para ver desde la distancia la isla de Sant Antoni. El secundario está al oeste. Nosotros vivimos en el Este, muy cerca de la playa. Está bañada por el mar Mediterráneo.
                  Ricardo va a buscar con frecuencia cangrejos al cabo de Tortosa, situado en el extremo oriental de la isla.
                  Augusta me cuenta que ella y Ricaro van a bañarse con frecuencia a la laguna de Cajón Grande, que se encuentra en el interior. Se bañan desnudos. Yo me escandalizo cuando me lo cuenta.
                  En estos momentos, vivimos en la isla cerca de 200 personas. Nos encontramos con los vecinos cuando salimos a pasear. Hace poco que se abrio una escuela. Tiene capilla propia. Vamos todos los domingos a rezar. En verano, se celebran las fiestas.
                 Dice Augusta que la única joven con buena dote de la isla es Dafne Velasco. Ella vive en el oeste.
                A la hora de la comida, nos reunimos en el comedor.
 

                 Damos cuenta de un plato de arroz tres delicias.
-El conde de Noriega ha vuelto ha mandarte flores-le dice mi madre a Augusta-Debes de haberle causado una gran impresión.
-Mi hermana se va a convertir en la próxima condesa de Noriega-augura Ricardo.
-¿Y qué me dice de ti, primito?-indago-¿Hay alguna noticia que quieras compartir con nosotros?
                Ricardo está a punto de atragantarse cuando se lleva una cucharada de arroz a la boca.
                Se limpia la boca con la mano. Me fulmina con la mirada. ¡Me alegro de haberle puesto nervioso!
                 Augusta disimula una risita. Se tapa con la servilleta. He dado en el clavo.
                  ¡Hay algo entre Ricardo y Dafne! No tendría que molestarme. Pero me molesta, y mucho. Tendría que alegrarme por ellos. Pero no puedo. Hay algo dentro de mí que me lo impide. Algo que no consigo explicar qué es.
-Eso tendría que preguntártelo a ti, prima-me ataca Ricardo-Porque el tal Pedro Serrano te manda también flores. Y horribles, por cierto. Están mustias.
-Es muy detallista-afirmo.
-Claudia, ten cuidado-me aconseja mi padre-Nunca he tenido que reprocharte nada. No quiero empezar a hacerlo. Ese joven no me agrada.
-Claudia hará lo que usted diga, tío-interviene Augusta.
-Y yo haré lo que quiera-afirma Ricardo.
-¿Estás interesado en la señorita Velasco?-pregunta mi madre.
-Es una joven hermosa y agradable. Creo que podría ser una buena esposa.
-Deberías de empezar ya a cortejarla, hermanito-le sugiere Augusta-Tiene muchos pretendientes.
-Pienso ir a verla un día de éstos.
-No le robes un beso-le aconsejo-Procura no veros a solas.
              Ricardo está rojo como la grana.
-¡Pienso besar a Dafne!-exclama.
-Sé prudente, sobrino-dice mi padre-Te pareces mucho a tu padre. Mi pobre hermano...Se casó con tu madre porque les salpicó el escándalo. No debes de seguir su ejemplo. Sé comedido. Sé recatado.
-Mis padres hicieron algo más que besarse, tío. Yo me limitaré a besar a Dafne si quiero.
-Y si ella se deja besar-apostillo.
              No me reconozco cuando sale a colación este tema.
             Me desagrada la idea de imaginar a Ricardo casado con Dafne. ¡Y no tendría que ser así!

sábado, 19 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

2 de febrero de 1825

-¿Cómo está Augusta?-me pregunta Dafne, la mejor amiga de mi prima, que ha venido a verla.
-Está descansando en su habitación-le respondo.
-¡Pobrecilla! ¡Ojala se recupere pronto!
                Mientras Dafne y yo hablamos en el salón, oímos cómo cae la lluvia con fuerza en la calle. Ha sido una locura que Dafne haya venido a ver a Augusta.
-El médico ha venido a verla-le informo.
-Espero que no sea nada grave-dice Dafne.
-Mi madre se ha asustado cuando Augusta se ha despertado con un fuerte dolor de cabeza esta mañana. Para ella, es como otra hija. La quiere muchísimo. Augusta decía que no era nada. Por suerte, así ha sido. Es sólo una jaqueca. Muy fuerte, eso sí. Pero sólo una jaqueca...
-Mañana, estará como nueva.
                Dafne viene a visitar con frecuencia a mi prima desde que ésta se vino a vivir con nosotros. Yo me digo a mí misma que Dafne siempre es bienvenida a esta casa. Ella y Augusta son casi como hermanas. Dafne tiene dos años menos que mi prima. Va camino de convertirse en una solterona.
-¿Dónde está Ricardo?-me pregunta.
                Aunque la chimenea está encendida, tengo frío. Ése es el motivo por el que Dafne viene de visita. Quiere ver a mi primo.
-Está cuidando de Augusta-le respondo.
-Es un buen hermano-afirma Dafne.
                No entiendo el porqué Dafne está tan interesada en Ricardo. Es cierto que se conocen desde hace muchos años. Pero no la veo como esposa de mi primo. Augusta permanece con ellos cuando Dafne busca a Ricardo. Le pide libros prestados.
-Será un buen marido-augura Dafne-Lo sé.
 
               Me pongo rígida al imaginarla casada con Ricardo. Sé que no debo de sentir celos. Pero me pregunto si Ricardo sentirá algo por ella. En ese momento, entra Ricardo en el salón. El rostro de Dafne se ilumina al verle. Mi primo se acerca a ella para saludarla. Deposita un beso suave en su mano. Yo aparto la vista para no ver esa escena. No sé porqué, pero me hace sentir incómoda. Es raro. Debería de estar contenta porque mi primo está interesado en Dafne Velasco.
-Es un placer verte-le dice-Ya te habrá informado mi prima sobre mi hermana.
                Dafne asiente y le pregunta por Augusta.
-Mi hermana está un poco mejor-le contesta.
-¡Cuánto me alegra saberlo!-exclama Dafne.
                De pronto, acabo pensando en Pedro Serrano. Ese joven me cae como una patada en el estómago. Ricardo se sienta al lado de Dafne en el sofá.
-No tienes de qué preocuparte-dice Dafne-Augusta se pondrá bien. Siempre ha sido muy fuerte.
-Mi hermana ha cambiado mucho en los últimos tiempos-se sincera Ricardo.
                Oigo cómo la lluvia golpea los cristales de la ventana del salón. Me molesta que Ricardo y Dafne se tuteen.
-La muerte de nuestros padres ha sido un duro mazazo para ella-prosigue mi primo.
                No sé porqué pienso en Pedro Serrano. Es el hijo menor de un hidalgo vecino nuestro. Los vecinos saben que los Serrano están en el ruina. Pedro es un juerguista empedernido.
-Espero no estar aburriéndote con nuestra charla, Claudia-me dice Dafne-Pero tengo muchas preguntas que hacerle a tu primo.
-No me importa-le contesto.
              Miento.
             Oigo el aullido lejano de un lobo. Sé que Pedro no está interesado en mí. En quien está realmente interesado es en mi dote, bastante elevada, por cierto. Nuestra criada Rosalía entra en el salón portando una bandeja con tres tazas de chocolate caliente. Ricardo vierte un poco de azúcar en la taza de chocolate de Dafne a petición de ésta. Me pregunto qué habrá visto en ella. Aparte de su descolorido pelo castaño, no le veo ningún atractivo físico. Según yo...
-Ha recibido un ramo de flores silvestres que le ha enviado don Enrique-cuento, refiriéndome a Augusta-Son preciosas.
-El conde de Noriega es el mejor partido de toda la región-puntúa Dafne-Es viudo y no tiene hijos. Tiene mucho dinero y muchas tierras.
-Le gusta mi hermana-interviene Ricardo-No lo disimula. Augusta, al final, va a tener razón. Se casará con el mejor partido del país. Y nosotros lo veremos.
                La isla tiene su propia capilla. Bebo un sorbo de mi taza de chocolate. Quiero que Augusta sea feliz.
-¿Y qué siente Augusta por el conde?-inquiere Dafne.
                 El viento sopla con fuerza. Yo me encojo de hombros. ¿Qué ha visto Augusta en el conde de Noriega? Él viene a verla con frecuencia. Se limita a besarle la mano de manera cortés cada vez que se ven. Pero mi madre ya ha empezado a bordar las sábanas de su ajuar de bodas. Dice que su sobrina tiene que ir bien preparada al Altar. A mí me dice que tendré tiempo de buscarme un marido. Después de todo, apenas he sido presentada en sociedad.
                 Augusta todavía no habla de boda. Creo que ni piensa en casarse con don Enrique. Me pregunto si él le habrá robado un beso. No debería de pensar en esas cosas.
-Le agrada su compañía-contesta Ricardo.
                 No habla de amor. Ricardo está hablando de compañía. Una vez, oí que el matrimonio no se basaba sólo en el amor. Que había que existir cierta amistad entre los cónyuges si querían ser realmente felices.
-¡Son muy distintos!-intervengo.
             ¿Podré llegar a sentir cierta simpatía por Pedro Serrano? Él quiere cortejarme. En realidad, sólo busca mi dote. Desconfío por completo de él. Se lo he hecho saber. Pero él no para de insistir. Augusta me ha indicado en más de una ocasión que es muy apuesto. No soy ciega y me doy cuenta de que es bastante atractivo. Hay un retrato colgado de mi abuela en la pared del salón. Tengo la sensación de que nos está mirando. Lleva puesto un vestido de color negro. Cintura alta y pasado de moda...Su mirada me pone los pelos de punta.
              Ricardo palmea con gesto familiar la mano de Dafne. ¿Qué está haciendo?
-Me alegro de que hayas venido, Dafne-le asegura-Aunque no puedas ver a mi hermana, le haré saber que has venido a interesarte por ella.
-No podría hacer menos-dice Dafne-Augusta es casi como una hermana mayor para mí. Le debo muchas cosas.
-Ella lo sabe.
          Quizás, Augusta viva bajo el mismo techo que yo. Pero no soy su confidente. Es Dafne la confidente de mi prima. Es Dafne la persona que mejor la conoce.
-Estamos dejando un poco al margen a Claudia-la interrumpe Ricardo, señalándome con la cabeza.
            Dafne sonríe. Su sonrisa es muy cínica. Al menos, eso es lo que pienso. ¿De verdad quiere Augusta que se case con Ricardo? Definitivamente, mi prima se ha vuelto loca. Dafne no es la mujer que mejor le conviene a mi primo. Sinceramente, pienso que Ricardo debería de pensar en otras opciones. Él es un espíritu elevado. Dafne es mucho más terrenal.
              ¿Y quién es la mujer que mejor le conviene a Ricardo? A decir verdad, no tengo ni idea. Tiene que ser recatada y virtuosa. Tiene que ser prudente. Tiene que quererle muchísimo. Tiene que preocuparse mucho por él. Tiene que saber escucharle.
-De verdad, no me importa-miento, sin pudor alguno-Estaba pensando en mis cosas.
-¿Como en el señoritingo ése?-indaga Ricardo-El tal Serrano...¡Ese cretino!
                Me detengo al oírle. La voz de mi primo suena muy dura. Parece que está enfadado. ¿Está enfadado? ¿Con quién?
-No es ningún cretino-defiendo a Pedro-Es todo un caballero.
            ¿Acaso Ricardo está celoso de Pedro? ¿Por qué tengo que defenderle? ¡Es verdad que es un cretino! Dafne me mira a mí. Después, mira a Ricardo. Parece que no está entendiendo nada de lo que está pasando. Ni yo misma puedo entender a Ricardo. Me consuela saber que Dafne tampoco lo entiende. ¿Por qué está Ricardo celoso de Pedro?
-Tu primo no quiere que sufras, Claudia-dice Dafne, creyendo adivinar por dónde van los tiros-Pedro Serrano tiene muchas deudas. Y tú tienes...Bueno...
-Yo tengo una dote muy alta-concluyo la frase por ella-No hace falta que me lo recuerdes.
-Por eso mismo, tienes que tener cuidado-me exhorta Ricardo-Hay mucho canalla suelto por ahí. Sólo nos preocupamos por ti. Queremos protegerte.
-Os agradezco vuestros desvelos. Pero no hace falta. Quiero pensar que el señor Serrano tiene razón. Que ha cambiado.
              Es mentira que haya cambiado. Sus juergas son conocidas en la isla. No sé si debo de alentarle. Me aterra la idea de verme casada con semejante elemento. Me dejará en la ruina a las dos semanas de habernos casado.
-Es una pena que el conde de Noriega sea hijo único-se lamenta Dafne.
                A veces, pienso que mis padres desearían verme casada con don Enrique. Pero él ya ha escogido. Está enamorado de Augusta. Dafne bebe un sorbo de su taza de chocolate. Permanece un rato más con nosotros. Ha venido en carruaje, a pesar de que la isla no es muy grande. Y vive bastante cerca de nosotros.
          Esta casa en la que vivo es tan grande que, a veces, me pierdo.
-Parece un enorme castillo-me comenta Dafne, refiriéndose a mi casa.
             Le digo que siempre será bienvenida a este lugar.
             Dafne me sonríe de nuevo. Su sonrisa no me acaba de gustar.
-Ésta es tu casa-añado.
             Dafne mira el reloj de pie que tenemos en una esquina del salón. Sale un cuco a dar la hora. En ese momento, escuchamos el  cu-cu. Son las seis de la tarde. Fuera, parecen las doce de la noche. Dafne parece sobresaltarse. Dice que tiene que irse.
               Ricardo y yo nos ponemos de pie al mismo tiempo que se pone ella de pie y coge su bolsito de mano.
-Decidle a Augusta que he venido a verla-nos pide.
-Descuida-la tranquilizo-Se lo diré personalmente.
-Has sido muy amable-dice Ricardo-Mi hermana es muy afortunada por tenerte como amiga.
-No digas eso-Dafne se ruboriza-En realidad, Augusta tiene suerte de teneros a vosotros. Su hermano menor...Y su prima...-Se dirige a mí-Claudia, aunque no lo creas, ella te quiere mucho. Eres como una hermana pequeña para ella.
-Celebro saberlo-contesto.
          

            Acompañamos a Dafne hasta la salida.
-Vendré otro día-nos comunica.
-Te estaremos esperando-le sonríe Ricardo.
            Dafne me besó en la mejilla.
-Cuídate, Claudia-me pide.
-Lo mismo digo-le contesto.
            Ricardo le besa la mano con cortesía. Un criado abre la puerta. Dafne nos despide con la mano. Y sale. Yo subo la escalera. Voy a ver cómo está Augusta.
-No hagas mucho ruido-me aconseja Ricardo-Está dormida.
-Sólo quiero ver cómo está-insisto.
-Claudia, sé que eres una muchacha muy prudente. Harás lo correcto. Por eso, te pido que pienses bien. No cometas una tontería. Pedro Serrano no te conviene.
-Eso lo decidiré yo. Después de todo, se trata de mi vida.
              Sigo subiendo la escalera. ¿Quién se ha creído Ricardo que es? ¿Con qué derecho se mete en mi vida? ¿Por qué siento celos de Dafne Velasco? De verdad, hoy tengo un día tonto. No sé lo que me pasa.

martes, 15 de enero de 2013

UNA BRISA SUAVE

Toda historia tiene que tener un título. Hasta un conjunto de microrrelatos tiene que tener un título.
Una brisa suave es el título que he escogido para esta historia.
Aquí os dejo con el primer capítulo de este conjunto de microrrelatos. Espero que os guste:

1 de febrero de 1825

                 Nos reunimos todos a la mesa del desayuno alrededor de las ocho y media de la mañana. En esta casa vivimos cinco personas. Hace unos días que mis primos Augusta y Ricardo se vinieron a vivir con nosotros. Mis padres no han querido contarme los motivos por los cuales ellos están viviendo aquí. Por lo que he podido saber, según cuentan los criados, Augusta y Ricardo están pasando por apuros económicos.
                Le doy un beso a Ricardo cuando entro en el comedor.
-Buenos días, primito-le saludo.
-Buenos días, primita-me devuelve el saludo.
               Unto mantequilla en una tostada. Le doy un mordisco. Augusta bebe un sorbo de su vaso de zumo.
-¿Cómo has pasado la noche, prima?-le pregunto.
-No he dormido nada-responde Augusta-Echo de menos mi cama. No estoy acostumbrada a dormir fuera de casa. Y...
-Ahora, ésta es tu casa, querida-interviene mi padre.
-Mi casa...
               Ricardo muerde su tostada untada con mantequilla.
              Mi padre se esconde detrás del periódico.
-¿No estás contenta de vivir aquí?-le pregunta mi madre a Augusta.
               Miro a Ricardo. Él y Augusta han pasado largas temporadas viviendo con nosotros. De igual manera que yo he pasado largas temporadas en su casa. Pero esta vez es distinto. Esta vez, tienen que quedarse a vivir de manera permanente con nosotros.
-Todo cambiará cuando me case-anunció Augusta.
-Ya tienes veinticuatro años-le recuerda Ricardo.
               Ella le fulmina con la mirada. A los veinticuatro años, es muy difícil que una joven encuentre un marido.
-¡Me casaré con un buen partido!-asegura Augusta con mucha vehemencia-¡Con un conde!
                Yo disimulo una sonrisa. No creo que Augusta se vaya a casar nunca. Como dicen las matronas, se va a quedar a vestir Santos.

domingo, 13 de enero de 2013

PERSONAJES

Os voy a ir presentando a todos los personajes que irán desfilando por este blog. He hecho un casting (¡gracias, Aglaia!) y me he inspirado en el mundo de Jane Austen para ponerles rostros. El mundo de Claudia no se reduce sólo a ella. La veremos tener contacto con otras personas que influirán de alguna manera en su vida.
 Augusta Ballester. Prima por parte de padre de Claudia. Es una joven rebelde e impulsiva, varios años mayor que Claudia. La muerte de sus padres dejándola en la ruina han obligado a los padres de Claudia a acogerla a ella y a su hermano. Tras el apasionado carácter de Augusta se esconde una joven con una salud que amenaza constantemente con quebrarse.

  Ricardo Ballester. Hermano menor de Augusta. Vive también con sus tíos y con su prima Claudia. A pesar de ser el menor, proteger a su hermana Augusta hasta de sí misma. Es tan apasionado e impulsivo como ella, pero también es más retraído que Augusta. De niños, él y Claudia fueron compañeros de juegos y la adolescencia los ha convertido en confidentes. Poco a poco, Ricardo empieza a sentir por su prima una atracción muy fuerte.
 Dafne Velasco. Es la mejor amiga de Augusta. Está enamorada de Ricardo desde hace algún tiempo y quiere casarse con él. Augusta, que no sospecha de los sentimientos de su hermano hacia su prima, alienta esta relación.

 Pedro Serrano Sánchez. Hijo menor de un próspero hidalgo, de carácter juerguista, se fija en Claudia como solución a sus problemas económicos. En un primer momento, parece que Claudia se siente atraída por él, pero lo único que quiere es olvidar a cierta persona con la que sabe que no puede estar.
 Enrique de Fernández y Alcalá, conde de Noriega. Es uno de los hombres más ricos del país. Frío y reservado, esconde como puede sus impulsos más sensuales. Se enamora locamente de Augusta nada más verla y decide convertirla en su esposa. Pero choca de lleno con los problemas de su amada.
Y éstos son, en líneas generales, los personajes que más peso tendrán en la vida de Claudia. Los que más influirán en ella y en sus decisiones.
Pasemos a conocer a Claudia.
 Claudia Ballester. Es la autora de los diarios. A través de ello, expresa su mundo interior. Conoceremos sus pensamientos, sus opiniones, sus sentimientos. Se trata de una muchacha muy bonita y muy educada, que sabe como comportarse en todo momento, si bien una parte de ella sueña con rebelarse. Siente auténtica adoración por su prima Augusta y comparte con su primo Ricardo su preocupación por ella. A pesar de que desconfía de las intenciones de Pedro, Claudia deja que le haga la corte. Su objetivo es poder dejar de pensar en su primo Ricardo como piensa últimamente. De pronto, el que durante años ha sido, más que un primo, un hermano y un gran amigo, ha pasado a ser otra cosa. ¿Conseguirá su propósito de olvidarle?
¿Os gusta la elección que he hecho de los personajes?

sábado, 12 de enero de 2013

ROMANTICISMO EN PEQUEÑAS DOSIS

Hoy nace un blog que, en realidad, existe desde hace bastante tiempo. Un blog cuya autora no sabía, y se avergüenza de decirlo, darle un uso útil. Hasta ahora.
Mi intención es regalaros, como viene en la entrada, pequeñas dosis de romanticismo.
Quiero hacer un pequeño experimento y quiero que vosotros me acompañéis. A partir de los microrrelatos que iré colgando en este blog, quiero ver si seré capaz de escribir una historia más larga. No es una blog-novela, aunque pueda parecerlo. Es algo bastante distinto.
Estos microrrelatos son, como ya viene en el nombre del blog, de época.
Vamos a imaginar que estamos en el año 1825. Quiero dejar que sea Claudia Ballesteros, una joven de buena familia, la que cuente la historia de su vida. Cómo es su relación con su familia. Y cómo llega el amor a su vida.
 Ésta es Claudia, la protagonista de esta colección de microrrelatos.
Será como leer su diario más íntimo. Todo lo que Claudia piensa y todo lo que siente tendrá cabida en este blog.
Os doy la bienvenida a él. Y espero, de corazón, que os guste.