jueves, 8 de agosto de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
Un mes después de la última entrada que hice en este blog, me gustaría compartir con vosotros este fragmento.
Pertenece al diario de Augusta Ballester, la hermana de Ricardo y prima de Claudia.
He creído que sería una buena idea que viéramos un poco lo que pasa por su cabeza.

 
DIARIO DE AUGUSTA BALLESTER

                  5 de marzo de 1825

                No sé porqué, pero sospecho que algo raro está pasando entre mi hermano Ricardo y mi prima Claudia. Lo que más quiero es que Ricardo acabe casado con Dafne, porque pienso que es la mejor opción para él. Pienso que me estoy imaginando cosas porque existe un gran cariño entre Ricardo y Claudia. Además de primos, son buenos amigos.
            Voy a ver a Ricardo a su habitación. Lo encuentro leyendo un libro sentado en la cama. Aún no se ha puesto la camisa corta de dormir.
             Ricardo se sorprende al verme.
-¿Qué estás haciendo aquí?-me pregunta.
-Tenemos que hablar-respondo-Se trata de tu futuro. De tu vida...
            Me siento a su lado en la cama. Yo tampoco me he quitado el vestido que he llevado puesto durante la cena. Tengo que hablar con mi hermano.
-Pasa algo-digo-No me lo quieres contar.
-¿Qué quieres decir?-me pregunta Ricardo.
-Has rechazado a Dafne por algún motivo. Te pido que me lo digas.
-Creía que ya lo sabías. No estoy enamorado de Dafne.
-Hay algo más. Dafne es la joven idónea para ti. ¿Por qué no quieres casarte con ella? ¡Dafne te adora!
-No podría casarme con ella. No quiero hacerle daño.
-Ya le estás haciendo daño con tu rechazo, hermano. ¿Por qué lo haces? ¿Hay otra mujer? ¿Quién es?
-No hay nadie más. Y...No puedo hablar, Augusta. Lo siento.
-Ricardo...
            Mi hermano es un joven muy temperamental. Dafne es una joven con mucho genio y sé que le podría enmendar. Incluso, puede conseguir que la desee locamente si se lo propone. Ricardo y Dafne harían una buena pareja y todos lo sabemos. Incluido...Ricardo...
-Aún no le has dado una oportunidad-insisto-¿Por qué no te lo piensas bien?
            Mi hermano finge que no me está escuchando. Pero sé que todo lo que estoy diciéndole penetra en su cerebro. Cierra el libro. Lo tira sobre la cama. Yo le acaricio el pelo. Pero él se aparta de mí. Se pone de pie.
-Lo siento mucho, hermana-se lamenta-Pero no puedo complacerte. No puedo hacerle eso a Dafne. No puedo cortejarla. No puedo enamorarla. Y, sobre todo, no puedo casarme con ella. Merece ser feliz. Y no soy el hombre apropiado para ella.
-¡Porque no te has dado a ti mismo la oportunidad de hacerla feliz!-casi grito.



             Me digo a mí misma que estoy viendo fantasmas donde no los hay. Ricardo y Claudia se quieren muchísimo. Pero ese cariño es el que tiene que existir entre dos primos que se han criado como si fueran hermanos. No son amantes. ¿Qué es lo que me está pasando? Para Ricardo, Claudia siempre ha sido como una hermana pequeña. De niños, Ricardo decía que tenía dos hermanas. Una, la mayor, que soy yo. Y otra, la pequeña, que era Claudia.
-Claudia...-susurro.
             Ricardo parece fulminarme con la mirada.
-¿Qué has dicho?-me pregunta.
             Desde hace algunos años, he tenido el sueño de que Ricardo se iba a casar con Dafne y sigo creyendo que eso es lo que va a pasar. Ricardo se casará con Dafne y seguirá mirando a Claudia como lo que es: nuestra prima.
-He estado pensando en nuestra prima-respondo-En lo unidos que estamos los tres. Nos queremos.
-Sí...-dice Ricardo.
             Claudia siempre ha querido a mi hermano por cómo es. Siempre ha pasado por alto sus defectos. Y siempre se ha centrado más en sus virtudes. Claudia puede poseer el don de llegar a conocer el interior de las personas. En los últimos tiempos, me temo, ha ejercido más de hermana con Ricardo que yo. Mi hermano se ha apoyado muchísimo en ella. Claudia le regaña cuando tiene que hacerlo, mientras que yo sueño con convertirme en la condesa de Noriega.
             Pero es con Dafne con  quien Ricardo se va a casar.
-Ella te aconseja lo mismo que yo-prosigo, refiriéndome a Claudia.
-¿Tenemos que hablar de ella ahora?-bufa Ricardo.
             Lo noto molesto. Se pone tenso cuando menciono a Claudia.
             Algún día, don Enrique me convertirá en su esposa, pero quiero ver a mi hermano casado porque no quiero que se quede solo. Dafne podría ser la mujer perfecta para él, pero Ricardo no quiere darle una oportunidad. No es justo.
             Yo confío en que mi matrimonio con don Enrique, de llegar a celebrarse, sea todo un éxito. Soy consciente de que don Enrique es un hombre realmente apasionado. Y me gustaría estar a la altura de las circunstancias cuando nos casemos.
-Es nuestra prima-digo-Y te quiere muchísimo.
             De estar vivos, nuestros padres habrían aconsejado a Ricardo. Le habrían asegurado que Dafne Velázquez es la mujer que más le conviene. De estar vivos nuestros padres, no me cabe la menor duda de que Ricardo les habría hecho caso.
            Me pongo de pie y me acerco a él para darle un abrazo.
-Buenas noches, hermano-le digo-Qué descanses. Piensa bien en lo que te he dicho.
-Lo mismo digo-me contesta él-Y te pido perdón, Augusta. Pero...No te haré caso. Lo siento de verdad.

miércoles, 3 de julio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
La anotación de hoy corresponde al diario de Ricardo.
Vamos a descubrir lo que pasa por su cabeza.

 
DIARIO DE RICARDO
 
 
                    4 de marzo de 1825
 
                    Nos reunimos en el comedor. Es la hora del desayuno. Me siento, como de costumbre, al lado de Claudia. Me asalta su fragancia, esencia de rosas. Me embriaga.
                    Cojo una tostada y la unto con mermelada de frambuesa.
                   Mis tíos hablan de frivolidades.
                   Mi tío va a recibir a un escritor. Habla pestes de él.
-Quiere que le publique unos poemas-cuenta-Se los dedica al Rey.
                  Claudia disimula una sonrisa. Bebe un sorbo de su taza de leche caliente. Elisa, una de las criadas, permanece en un rincón. No sé lo que estará esperando.
                 Mi tío Tomás habla del poeta. Dice que sus versos son horribles. Que no sabe hacer una rima en condiciones. Pero se ha empeñado en publicar lo que él denomina porquería. Por lo visto, quiere que mi tío sea su editor.
-¿Y por qué no habla con él, tío?-le sugiero-Se sincere con él. Le diga la verdad. Se lo agradecerá.
-O me partirá la cara-se inquieta mi tío.
-Mi padre siempre decía que hay que decir siempre la verdad. Por muy dolorosa que sea.
                Me acuerdo de mi padre. ¿Sabrá él lo ocurrido entre Claudia y yo? Después de todo, es su sobrina.
-No se puede ser siempre sincero, Ricardo-interviene Augusta.
-¿Por qué dices eso?-se extraña Claudia-Te conozco bien, prima. Siempre has sido muy honesta. Nunca te has callado nada. Siempre has dicho la verdad. Obras como obraba mi tío.
-He cambiado, prima.
-¿Y quién te ha hecho cambiar? ¿Ese imbécil? ¡Me da igual que sea conde! ¡No te reconozco, Augusta!
 
 
 
-No conoces a don Enrique-me replica mi hermana-Él quiere que sea la condesa perfecta para él. La madre de sus hijos...
-Pregúntate a ti misma si vale la pena el esfuerzo.
-Tiene que valer la pena.
                 Augusta mantiene la vista baja. Me cuesta trabajo reconocer a mi hermana. ¿Ha sido el amor lo que la ha hecho cambiar? ¿Desde cuándo se preocupa por complacer a un hombre? Augusta siempre ha sido puro nervio. Inquieta y alocada...Pero con muy buen fondo...Se parece mucho a nuestra madre. ¿Qué es lo que la habrá hecho cambiar?, me pregunto. ¿Qué le ha pasado a mi hermana?
-¿Y qué me dices de ti?-contraataca Augusta-¿Por qué sigues empeñado en no querer ver a Dafne? ¡Dame una buena razón!
-Prima, será mejor que no te metas-interviene Claudia-Ricardo ya es mayorcito. Sabe bien lo que hace. Has hablado con él. Yo también he hablado con él. No nos hace caso Él sabrá el porqué no está enamorado de Dafne. No debes forzarle a amarla.
-No estoy enamorado de Dafne-afirmo-¡Y lo siento en el alma!-Siento cómo la rodilla de Claudia roza suavemente mi rodilla. Un escalofrío placentero recorre mi cuerpo-Me gustaría ser de otra manera. Me gustaría poder amarla. Pero no puedo. ¡No puedo! Lo siento.
-Eres un imbécil-me espeta Augusta-¡Vas a dejar perder la oportunidad de tu vida! ¡Dafne Velasco es la mejor mujer del mundo! No sé porqué la rechazas.
-Bueno, querida-interviene mi tía Prudencia-Claudia tiene razón. Ricardo ya es mayorcito. Sabe bien lo que hace. Tienes que darle tiempo. Ver lo que pasa. Con un poco de suerte, tu hermano entrará en razón. Verá las virtudes tan maravillosas que tiene Dafne. Y la corteja.
-¡Yo haré que la quiera!
 
                        Son las cuatro de la tarde. Augusta y yo nos dirigimos a pie hasta la masía donde vive Dafne. Mi hermana sigue empeñada en verme casado con ella.
-Es imposible hablar contigo-le recrimino-Estás cometiendo un grave error.
-A lo mejor, me lo agradeces-insiste Augusta-Hablarás un ratito con Dafne. Ya verás cómo cambia de idea.
-Augusta...Escucha.
-¡No! ¡No te escucho! ¡Y no te quedes rezagado!
                 Me siento impotente al no ser capaz de hacer entrar en razón a la loca de mi hermana.
                 Llegamos a la masía. El mayordomo de los Velasco nos abre la puerta. Nos conduce hasta el salón. Para mi horror, Dafne está en el salón. Y no está sola. Sus padres están con ella.
-¡Ricardo!-exclama Dafne al levantar la vista y vernos llegar a mi hermana y a mí-¡Augusta!
               Me fijo en que tiene un libro en las manos. Su madre está sentada en un sillón tejiendo. Su padre parece estar dormitando en el otro sillón.
-¡Qué sorpresa más agradable!-exclama Dafne.
              Se pone de pie de un salto.
-La sorpresa te la traigo yo, querida-apostilla Augusta-Ya has visto quién ha venido a verte.
-Hola, Ricardo-me saluda. Yo le cojo la mano. Deposito un beso en ella-¡Qué alegría me da verte!
-Lo mismo digo, Dafne-miento-Me alegro mucho de verte. Estás muy guapa.
-¡Oh, muchas gracias!-Dafne se ruboriza-Pero no deberías de decirme esas cosas. Mis padres están aquí.
                   Saludo a los padres de Dafne. Los ojos de la mejor amiga de mi hermana brillan al posarse en mí. Me siento violento. Tomo asiento a su lado en el sofá.
-¿Cómo estás, joven?-me pregunta el señor Velasco-Me alegro mucho de verle por aquí. Siempre le digo a mi hija que tiene que relacionarse con gente de su edad. Además, hace mucho que no se te ve por aquí.
-Mi hermano ha estado ocupado, señor Velasco-le asegura Augusta-Quiere ayudar a mi tío a editar libros. Le interesa ese negocio.
                ¿Desde cuándo me interesa el mundo de la edición?, me pregunto. Augusta es una mentirosa consumada.
 
 
 
 
-¡Estás guapísima!-exclama Augusta, dirigiéndose a Dafne-¡Me gusta mucho el vestido que llevas puesto! El azul te favorece.
-Muchas gracias...-dice Dafne-Es un vestido nuevo.
-¿Verdad, Ricardo?-Augusta se dirige a mí. Me quiero morir. ¿Cómo he podido llegar a esta situación? ¡Cielos! ¡Esto es una locura!-¿Verdad que el azul le favorece a Dafne?
-Sí...-murmuro-Hace juego con el color de tus ojos. Azules...Muy bonitos...
                 Augusta y yo permanecemos allí un buen rato.
-Vamos a merendar-sugiere la señora Velasco.
                Pasamos al comedor. La criada nos sirve la merienda. Chocolate caliente y un plato de pastas...Dafne coge una pasta y la mordisquea delicadamente.
-Tenía muchas ganas de verte-me confiesa.
               Me da miedo mirarla. No sé qué hacer para que Augusta entienda que no puedo amar a su mejor amiga. No sé qué hacer cuando le confiese a Augusta que estoy enamorado de otra mujer. No lo entenderá.
-Augusta ha insistido en que debía de venir-me sincero-Yo no quería venir.
-¿Creías que iba a rechazarte?-inquiere Dafne.
               Asiento. No me atrevo a confesarle la verdad. Sus padres están delante de nosotros. Este matrimonio nos ha visto nacer a Augusta y a mí.
               Nos consolaron cuando murieron nuestros padres. Se me parte el corazón al pensar que puedo hacerles daño.
               Los señores Velasco no paran de hablar. Yo les escucho.
-¿Cómo están tus tíos, querida?-le preguntan a Augusta.
                Mi hermana se desenvuelve a la perfección en una conversación de sociedad. Sabe cómo responder. Sabe cómo deslumbrar a sus interlocutores. Yo, en cambio, prefiero guardar silencio.
-Jamás te rechazaría-me promete Dafne-Te amo.
-Dafne...-le digo-No sigas.
-Es la verdad. Y espero pacientemente a que te des cuenta de que tus sentimientos hacia mí son iguales. Me amas, Ricardo. Veo amor en tus ojos.
-Dafne...Ves amor en mis ojos. Pero no es amor lo que siento por ti.
                Ella sonríe. No está dispuesta a rendirse.
-Te conozco bien-afirma.
                 Me siento muy incómodo. Augusta no para de hablar con el matrimonio Velasco. ¡Y Dafne se me insinúa!
                 Me pongo de pie. Dafne y Augusta clavan sus ojos en mí. El matrimonio Velasco parece estar distraído. No logro entenderles. Dafne no se parece en nada a ellos
-Señores, lamento mucho tener que irme-me excuso-He quedado en un sitio. Y no quiero que se me haga tarde.
-¿Con quién has quedado?-me interroga Augusta.
-Con Pedro Serrano...
-¿Con ese canalla?-se escandaliza el señor Velasco-Tenga cuidado, joven. Ese hombre es un miserable. Arrastra a la gente a la perdición.
                Me dirijo a la entrada. Dafne se pone de pie. Le dice a sus padres que me acompaña.
                Me pongo tenso. ¿Qué es lo que quiere de mí?
               Dafne y yo nos dirigimos a la salida. Dafne clava sus ojos en mí.
              Es un momento realmente incómodo para los dos. Al llegar a la puerta, Dafne se acerca mucho a mí con la intención de darme un beso en la boca. Logro apartar la cara a tiempo. Sus labios me besan en la mejilla. Me besan muy cerca de mi boca.
-Lo siento mucho-se excusa Dafne-Yo...Bueno...
-No mientas-le pido-No lo sientes.
              Abro la puerta. Salgo a la calle. Respiro hondo. No quiero hacerle daño a Dafne. Pero ella insiste. Insiste. No sé qué hacer.
                 Un beso...Quiere que la bese. Que la bese una vez. O no...No lo sé.
                Empiezo a caminar. Me asalta la figura de Claudia. Claudia...De ser distinto todo, me habría enamorado de Dafne. Claudia se casaría con algún buen partido. No estaría viviendo en un Infierno. Deseando estar con Claudia. Ver a Claudia. Hablar con Claudia. Me va a estallar la cabeza. Y sólo puedo pensar en Claudia.


martes, 2 de julio de 2013

DESCUBRIENDO A LOS PERSONAJES: CLAUDIA BALLESTER

Hola a todos.
Hoy, me gustaría centrarme en los personajes de esta historia.
No van a ser ellos los que hablen. Pero, de alguna manera, se darán a conocer.
Ya sabéis más o menos como son todos.
Tenemos a la pareja protagonista. La formada por Ricardo y por Claudia. Y también tenemos una pareja secundaria. La que forman Augusta y don Enrique.
En esta historia, hay muy pocos secundarios. Pensé que era mejor así. Ricardo y Claudia viven en una isla. Habitan en ella pocas personas. Da una sensación como de aislamiento. De soledad...Y acentúa más la historia de amor.
Hoy, vamos a conocer un poquito mejor a la protagonista. A Claudia Ballester...
Claudia es una joven de buena familia. Vive junto con sus padres en una masía situada en la isla de Buda. Tiene dieciocho años.
Como buena chica de su tiempo, Claudia se está preparando para su entrada en sociedad. Es una chica muy bonita. Pero también es una chica muy retraída.
Su conocimiento de la sociedad es escaso. Sus padres la tienen muy protegida. Es hija única. Para ella, sus primos Ricardo y Augusta son como unos hermanos. Está muy unida a ellos.
Todo cambia cuando sus primos se van a vivir con ella. Sus tíos han muerto de manera trágica. Y los ha dejado a ambos en la ruina. Los lazos que existen entre Claudia y Ricardo se harán más estrechos a raíz de la convivencia. Nace en la muchacha un sentimiento que la asusta. Que no entiende el porqué.
Claudia despierta el interés de Pedro Serrano, un apuesto caballero. A pesar de su mala fama, Pedro decide cortejar a Claudia. Y parece que la joven se deja querer. Sólo lo parece.
Comparte con Ricardo su preocupación por Augusta. Su prima es una joven de temperamento alocado. Pero ha sucumbido al amor y teme por ella. El objeto de su cariño no parece corresponderla del mismo modo.
Claudia quiere hacer lo correcto.
Se trata de una jovencita recatada y pudorosa. Nunca se ha metido en ningún lío. Es una hija dócil y obediente. Tiene un alto sentido del decoro. Por supuesto, todo eso cambia cuando se enamora. Claudia intentará luchar contra ese amor. Sabe que está prohibido. Pero no podrá evitar sucumbir a él.
Es Claudia la que habla en esta historia.
Conoceremos su historia en primera persona. Veremos a los demás personajes a través de sus ojos. Podremos intuir lo que piensan. Lo que sienten. Estamos leyendo su diario personal.
Y veremos cómo cae en los brazos de Ricardo.
Su relación ha cambiado. La hemos visto luchar contra ese amor.
Pero la hemos visto admitir lo que siente. Rendirse a los deseos de su corazón. Y tiene miedo por las consecuencias de sus actos. ¿Qué puede pasar? ¿Cómo reaccionará su familia cuando se entere? Eso lo veremos poco a poco. A medida que vayamos subiendo las anotaciones de su diario.
Poco a poco, vamos a ir viendo el avance de esta historia.

  La protagonista de esta historia: la señorita Claudia Ballester.

lunes, 1 de julio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
En esta ocasión, traigo dos anotaciones, cada una correspondiente a los diarios de Claudia y de Ricardo.
Vamos a ver lo que pasan por sus cabezas.

DIARIO DE CLAUDIA

                     2 de marzo de 1825

                    Ya me he puesto el camisón y contemplo la figura dormida de Ricardo. Pienso que es mejor que vuelva a mi habitación. Todavía no ha empezado a amanecer.
-¿Adónde vas?-me pregunta Ricardo-¿Ya es de día?
                     Su voz suena somnolienta. Se está despertando.
-He de irme-le respondo.
-No...-me pide.
-Si no vuelvo a mi habitación, podría ocurrir algo terrible. Los dos lo sabemos. Deja que me vaya.
-No pasará nada.
-Estamos hablando de nuestra familia.
-¡Te digo que no pasará nada! 
                    Me coge suavemente de la mano y hace que me acueste a su lado. Por un lado, sé que tengo que irme. Por el otro lado, lo que más deseo es quedarme a su lado.
-Tienes miedo de lo que pueda pasar-observa Ricardo-Si te soy sincero, yo también estoy asustado.
-Es demasiado tarde como para dar marcha atrás-me lamento.
-Pienso que sería una buena idea que huyamos. ¡Vámonos, Claudia! ¡Vayámonos lejos! Muy lejos... Donde nadie nos conozca.
                 Acaricio con la mano la mejilla de Ricardo.
-No puedo irme contigo-me lamento.
                Mis ojos están llenos de lágrimas. Veo que hay lágrimas en los ojos de Ricardo. Somos los dos muy desgraciados. Dos personas que se aman. Y que no pueden estar juntas.
-No te separes de mí nunca-me ruega Ricardo-Ya veremos lo que haremos. Huir es lo más lógico. Te quiero.
                No quiero pensar en nada. Sólo quiero estar al lado de Ricardo. ¿Tanto estoy pidiendo? Creo que deseo demasiado. Poder estar con Ricardo. No separarme nunca de él. Que mis padres puedan entenderlo.
                   No lo van a entender. Nunca lo entenderán.

    
            Ricardo me besa suavemente en el cuello. Nuestros labios se encuentran en un beso apasionado. Los besos que nos damos están cargados de pasión y de anhelo. No pensamos ya en nada más. Sólo queremos estar juntos. Me olvido de todo. Incluso, me olvido de que tengo que irme de la habitación de Ricardo.

DIARIO DE RICARDO

                           3 de marzo de 1825

-Don Enrique me quiere, hermano-asegura Augusta.
-¿Cómo dices?-se sorprende Claudia.
-Te digo que me quiere. Se muere de amor por mí. ¿Lo has notado?
-¿Cómo quieres que lo note?
-¿Te has fijado en cómo me mira?
-Te mira como se mira a un jarrón.
-Pero yo soy un jarrón muy bonito. ¿No crees, prima?
-Está bien. Tú ganas.
-¡Don Enrique me ama, Claudia!
                  Las oigo hablar en el salón. Un rato después, Augusta insiste en que salgamos a pasear. Claudia prefiere quedarse en casa.
                  ¿Acaso ha olvidado lo que ha ocurrido entre nosotros? Está muy asustada. Tendría que estar con ella. Tendría que hablar con ella.
                 Pero no puedo olvidarme de Augusta. Mi hermana está enamorada de un imbécil. Por supuesto, no puedo hablar así del conde de Noriega. Augusta se enfadaría conmigo. Lo último que quiero es discutir con ella. Pero don Enrique me cae mal. Y no lo puedo disimular. Augusta lo sabe. 
                   Hemos salido a dar un paseo por la zona de las palmeras. Mi hermana sonríe al imaginar su vida al lado del conde de Noriega. Lo último que deseo es verla unida a semejante imbécil.
-¿Estás segura de que el conde está enamorado de ti?-indago.
-Aún no me lo ha dicho-me confiesa.
-¿Y en qué te basas para decir que don Enrique te ama? ¿Te ha hablado alguna vez de amor?
-Le da reparo hablar de amor. Su matrimonio con doña Catalina fue, como ya sabes, un desastre. Le da miedo admitir que está enamorado de mí.
-Augusta, ¿se te ha declarado? ¿Te ha pedido que te cases con él?
                   Augusta me fulmina con la mirada.
                   Insiste en que don Enrique está enamorado de ella. Aparta la rama de una palmera. Afirma que don Enrique es tímido.
-¿Cómo puede un hombre que lee tantos ensayos ser tímido?-le pregunto-Es un hombre culto e inteligente. Debería saber desenvolverse más.
-Tío Tomás dice que le recuerda mucho a Claudia-responde mi hermana-Nuestra prima es como un ratoncito de biblioteca. Le gusta estar encerrada en la biblioteca. Leyendo libros. O escribiendo. Tiene un poco apartado el ensayo que desea escribir. Cada día que pasa, me recuerda más a tía Pruden. ¿No crees?
                   Yo pienso que Augusta se equivoca.
                   Claudia...
                   No es ningún ratoncito de biblioteca. Es una joven inteligente y despierta. Y es, además, muy bella. Pero no se lo digo a Augusta.
-Claudia podria ser mi dama de honor-propone mi hermana, palmoteando.
-Primero, don Enrique tiene que venir a hablar con nuestro tío-le recuerdo-Entonces, pondréis fecha a vuestra boda.
-¡Ya lo sé, hermanito! Lo que pasa es que don Enrique tiene muchas cosas que hacer. Yo le escribo. Pero está siempre ocupado con sus documentos. Con sus tierras...Su amigo, el señor Serrano, me lo ha contado. Pero me ha asegurado que piensa mucho en mí. 
            Noto que he torcido el gesto. Es curiosa la vida. Augusta está enamorada de un hombre que no la quiere. Y podrá estar con él. En cambio, yo me he enamorado de la mujer más maravillosa del mundo. Tengo la enorme suerte de ser correspondido por ella. Y, sin embargo, no podemos estar juntos. No quiero que Augusta sufra por culpa de don Enrique. El amor que siento por Claudia me ahoga. Oprime mi pecho.
-¿Y qué va a pasar entre tú y Dafne?-me interroga Augusta.
-No va a pasar nada-le contesto.
              Mi hermana pone los ojos en blanco.
             
   
            Sé lo que me va a decir. Y no tengo ganas de discutir con ella.
-¡Eres un bobo!-me regaña.
                Me repite que soy un buen chico. Quizás, tenga cierta tendencia a meterme en líos. Pero Dafne conoce mi naturaleza bondadosa.
               En aquel momento, la figura de don Enrique se cruza en nuestro camino. Veo a mi hermana sonreír tontamente, algo que nunca antes había hecho.
-Buenas tardes, señorita Ballester-saluda mi hermana-Ricardo...¿Cómo está?
-Estaba bien-contesto-Hasta ahora, que le he visto.
-¡Ricardo!-se escandaliza Augusta-Perdónele, Excelencia-Mira a don Enrique-Mi hermano es joven y alocado. No sabe controlar su lengua.
                Don Enrique hace un gesto desdeñoso. Coge la mano de Augusta y se la besa.
                Pasan un rato hablando mientras yo les miro con gesto de perplejidad.
-Está muy guapa esta tarde-adula don Enrique a mi hermana-Ese vestido que lleva puesto la favorece. Pero...Debería de ponerse un sombrero. Tiene usted la piel muy delicada, señorita Ballester. Podría quemarse.
-¡Oh, es usted muy amable!-se ruboriza Augusta-Se preocupa mucho por mí.
-Ya sabe que mis intenciones hacia usted son honradas. Jamás le haría daño. Le doy mi palabra.
-Y yo le creo, Excelencia. Es usted todo un caballero. Se porta muy bien conmigo. ¡No sé qué decir!
               Don Enrique coge la mano de mi hermana. Por lo visto, está muy desesperado en encontrar nueva esposa. Sabe bien lo que le tiene que decir a Augusta. A pesar de su enérgico carácter, Augusta parece otra cuando está con don Enrique.
-Si nos disculpa, mi hermana y yo tenemos prisa-intervengo-Nos están esperando.
-¡No seas desagradable!-me vuelve a reñir Augusta-Y no tenemos prisa.
-Dispénseme, señorita Ballester-se excusa don Enrique-No quería entretenerla. No la molesto más. La dejo ir.  
-No es ninguna molestia hablar con usted, señor conde-le asegura Augusta-Al contrario...Siempre es un placer hablar con usted.
                Don Enrique le besa la mano. Se aleja de nosotros. Augusta y yo nos quedamos solos. Mi hermana me fulmina con la mirada.
-¿Cómo puedes ser tan grosero con el conde de Noriega?-me espeta-¡Me dejas en evidencia!
-Ese hombre no te quiere-afirmo-Lo veo en sus ojos.
-Y yo veo en tus ojos que estás enamorado de Dafne. Lo que te pasa es que eres un cobarde. Te da miedo admitir lo que sientes por ella.
                 Evoco los besos llenos de ternura que me da Claudia. Mi hermana tiene razón. Estoy enamorado. Pero no soy un cobarde, sino que admito lo que siento. El problema es que no estoy enamorado de Dafne. Estoy enamorado de Claudia.
                Augusta y yo empezamos a caminar. No nos dirigimos la palabra. Me pregunto cómo le cuento a mi hermana que estoy enamorado de nuestra prima. ¿Cómo reaccionará Augusta cuando se entere? Mi hermana puede ser imprevisible en sus reacciones.


sábado, 29 de junio de 2013

UNA BRISA SUAVE

                     1 de marzo de 1825

                 Dejo que pasen los minutos. Debería de estar acostada. Pero no me acuesto. Permanezco sentada en la cama. Puedo escuchar a lo lejos la campana de una Iglesia. ¿Es la Iglesia de la isla? Ya no sé nada. Mi mente es un caos. Estoy sentada en mi cama.
                  Me pongo de pie. Me paseo por mi habitación. Quiero hacer una cosa. Y mi sentido común me dice que es una locura. Siento que mi vida entera es una locura. ¿Qué es lo que ha cambiado?
                  Me asomo por la ventana. Son pocas las estrellas que brillan esta noche en el cielo. Soy yo la que ha cambiado. Me he enamorado. Ya estaba enamorada antes. No quería verlo. Ahora...Para mi desgracia...Lo veo todo demasiado claro. Y eso es lo que más me asusta.
                  Salgo de mi habitación procurando hacer el menor ruido posible. Soy dueña de mis actos. Dejo que mis pies cubiertos por mis zapatillas me lleven a la habitación de Ricardo. ¿Estará aquí?, me pregunto. ¿Habrá salido? No sé porqué esta noche siento el irresistible anhelo de estar con él. De yacer entre sus brazos. Me cubro los hombros con un chal. Llevo puesto mi camisón.
                   Todo el mundo duerme. Paso delante de la habitación de Augusta. Mi prima está profundamente dormida. Veo cómo su pecho sube y baja al respirar.
                     Entro en la habitación de Ricardo. Me sorprendo al ver que mi primo duerme desnudo. Su torso está desnudo. No quiero ni pensar lo que encontraré bajo las sábanas.
                     Me acerco despacio a él. Empiezo a besarlo. Lo beso suavemente por toda la cara. Lo beso de lleno en la boca. Noto que se mueve. Que se está despertando. Abre sus ojos y los posa en mí.
-Claudia...-susurra al verme.
                  La habitación está sumida en la penumbra. No puede ver mi rostro ruborizado. Pero sí puede ver mis ojos llenos de anhelo. Mi pelo rubio que cae suelto sobre mi espalda.
                 Alza una mano y me acaricia el rostro con la yema de los dedos.
-Si quieres, me voy-le digo.
-No te vayas-me ruega-Quédate conmigo, prima.
                 Hace que me siente a su lado. Él mismo se sienta en la cama mientras yo pongo los pies encima del colchón.
-No hagas ruido-le pido-No quiero que nadie se despierte. Y me vea aquí.
        


                 Mi corazón late muy deprisa dentro de mi pecho. Por un lado, deseo salir corriendo de esta habitación. Por el otro lado, quiero quedarme.
-Claudia, antes o después, esto tenía que pasar-me asegura Ricardo-¡No podemos controlar lo que sentimos! No recuerdo en qué momento empecé a amarte. Creo que he pasado toda mi vida amándote. No debería de ser así. Pero es así.
-No sé qué hacer con lo que siento dentro de mi pecho-me asusto.
               Ricardo está completamente desnudo. Ya no me cabe la menor duda. Al meterme en la cama con él, mis piernas rozan las suyas. No lleva ni siquiera puestos unos calzones. Debo de ponerme roja como la grana. Me susurra palabras de amor al oído. Mientras, me despoja de mi camisón. Quedo tan desnuda como él. Aún siento pudor. Pero quiero que me vea desnuda. Como él está desnudo. No me cubro con las manos. Pero sí me meto debajo de las sábanas.
-Tienen que entenderlo-me asegura-No sé cuánto tiempo podremos guardar silencio.
-No hables de eso ahora-le pido-Disfrutemos del momento. Estamos tú y yo solos.
                Ricardo me besa con pasión en la boca. Respondo a su beso con la misma pasión que él. Siento que esta noche no soy yo. Soy otra. Otra Claudia...
                 Ricardo recorre mi cuello con sus labios. Me besa en los hombros. Sus manos se deslizan por mi cuerpo. Me abraza con fuerza. Me acaricia con sus manos despertándome a la vida. Al placer...
              Así es como tiene que ser, pienso.
               Ricardo lame mis pechos con suma delicadeza. Succiona suavemente mis pezones. Mis manos empiezan a acariciar cada rincón de su cuerpo. Deseo que sea mío en cuerpo y alma. Beso su cuello.
                Nos besamos. Nos besamos muchas veces. No quiero que deje de besarme. No quiero que deje de quererme. Que no me ame como yo le amo a él.
              Ricardo llena de besos cada centímetro de mi cuerpo. Me acaricia con suma delicadeza. Lame cada centímetro de mi piel. Me estrecha entre sus brazos con fervor. Siento cómo su cuerpo invade mi cuerpo. Me abro para recibirlo dentro de mí. Para poder fundirme con él.
              No siento que estemos haciendo algo malo. Es pecaminoso el placer que Ricardo me causa. Pero quiero disfrutar de ese placer pecaminoso. Quiero quedarme en su cama para siempre. Ya no es sólo su cama. También es mi cama. Nos convertimos en un solo ser. Dejamos de ser Claudia y Ricardo.
-¿Te vas a ir?-me pregunta con la voz rota.
-Preferiría quedarme-le respondo.
                   Una parte de mí me dice que estoy cometiendo una locura. En cualquier momento, alguien se puede despertar. Alguien puede ir a mi habitación. Y verá que no estoy. La luz de la Luna se cuela por la ventana de la habitación de Ricardo. Le da de lleno en la cara.
                   ¡Es tan apuesto y tan dulce!, pienso con arrobo. Me pongo tensa al pensar en que alguien puede encontrarnos juntos. Su mirada se llena de deseo cuando la posa en mi cuerpo. No debe de dolerme que nos encuentren juntos.
-Claudia...-me susurra con dulzura-Podemos estar juntos.
-No digas nada-le ruego.
-Pero...
                      No quiero escuchar lo que me quiere sugerir porque me da miedo que me pida que cometamos una locura. Ricardo siempre ha sido así. Siempre ha sido muy impulsivo.
                      Yo debo de ser la única cuerda de los dos por nuestro propio bien.
                     El cuerpo de Ricardo se pega más a mi cuerpo.
                     Sus manos se posan con delicadeza sobre mis hombros. Me acaricia la mejilla con la mano, haciendo que lo mire.
                     ¿Puede adivinar lo que estoy pensando?
                     Soy yo la que se acerca aún más a él para besarlo con dulzura. El beso que me da él es más apasionado. Los besos que nos damos a continuación son más fogosos y más largos. Miro mi ropa, que está esparcida por el suelo de la habitación.
-Claudia...-me llama con la voz ronca.
                    Todavía no me puedo creer que esté en la cama de mi primo.
                    Los dos no podemos dejar de besarnos ni de acariciarnos el uno al otro con las manos y con los labios.
                     Sigo sin creerme lo que he hecho ni lo que estoy haciendo. Soy una ramera. ¡Esta ramera no puedo ser yo! La dulce Claudia...La tranquila Claudia...La fría Claudia...
                    Ricardo está muy excitado. Lo quiere todo de mí. Le oigo susurrar mi nombre una y otra vez mientras llena de besos mi cara.
-No...-le pido-No digas mi nombre.
-Claudia...-me dice-Mi amor...
                  Yo tengo mucho miedo de que alguien nos descubra. Pero, al mismo tiempo, no quiero alejarme de su lado.
                   Los besos que me da son ardientes. Los besos que me da son sensuales.
                   Largos...
                  Los besos que me da están llenos de dulzura.
                  De cariño...
                 Los besos que me da están llenos de amor.
                 No quiero que esta noche termine.
                 No quiero que acabe esta noche de pasión. Y no quiero volver a mi habitación antes de que llegue el amanecer.
                La boca de Ricardo se pasea por mi cuello. Lame mis pechos con sumo deleite. Me besa en el vientre. Sus labios recorren mis piernas.
                 Yo no pienso en que lo que estoy haciendo está mal porque una parte de mi mente se nubla.
                 Le acaricio la espalda con las manos.
                Estamos llenos de deseo. Poco a poco, Ricardo se va introduciendo en mi interior. Los dos nos fundimos nuevamente en un solo ser.
                Me besa con dulzura cuando todo estalla a nuestro alrededor.
-Quédate-me suplica.

viernes, 28 de junio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
Hoy, vamos a continuar con una nueva anotación del diario de Claudia.
¡Vamos a ver lo que pasa!

                     28 de febrero de 1825

                     Augusta y yo salimos a dar un paseo. Vamos caminando. No queremos pasear en faetón. Mi prima no para de hablarme de los campeonatos de tiro con arco en los que ha participado. Lleva consigo su cuaderno de dibujo.
-Soy una excelente tiradora-se jacta-Puedo acertar de lleno a una manzana que se encuentre a un kilómetro de distancia. La pena es que aquí no se celebran muchos campeonatos de tiro con arco.
-No vive mucha gente aquí-le recuerdo.
-A veces, tengo la sensación de estar viviendo en mitad de un cementerio. No hay bailes. No se organizan excursiones. Bueno...De vez en cuando...Sí...Se celebran cacerías. Y soy muy buena tiradora. Pero...Echo de menos algo más de emoción. ¿Entiendes lo que te quiero decir?
-Las futuras condesas no buscan emociones fuertes.
                Augusta lanza un bufido. En otro momento, la habría regañado por su comportamiento. Es impropio de una dama. Pero recuerdo que no soy quién para regañarla.
-Me aburro, Claudia-se lamenta-Dafne está triste. Mi hermano es un idiota. Y no le hace caso.
-Lo siento mucho-me excuso-Por los dos...
-Tú no tienes la culpa, prima. Pero me haría ilusión verlos casados.
                 Vemos a campesinos que arrancan las malas hierbas que crecen en los arrozales.



-Está empezando a anochecer-le indico a Augusta-Deberíamos de volver a casa.
-Me apetece pasear un ratito más-insiste mi prima-Además, aún no es hora de volver. No se ha servido aún la cena. Y...Yo...No tengo hambre.
-Tienes que comer, prima.
-Tengo muchas preocupaciones en la cabeza.
-Ricardo...El conde...Dafne...
                Augusta asiente con tristeza. Me siento culpable porque la veo triste. Ella sólo quiere que Ricardo sea feliz. Piensa que su felicidad está al lado de Dafne. Pienso que lo mejor para los dos es que Ricardo esté con Dafne. El problema está en que yo no quiero que esté con ella. ¡Yo quiero que esté conmigo! Aparto la vista para no ver el rostro preocupado de Augusta. Y me siento culpable porque ella no es feliz.
-Prima...-le digo.
-¿Qué quieres, Claudia?-me pregunta Augusta
-Nada...
-Empieza a hacer frío. Todo el mundo regresa a sus casas. Será mejor que nosotras hagamos lo mismo. No ha sido mi tarde para dibujar. ¡Ni siquiera se me da bien el dibujo!
                Damos media vuelta. Iniciamos el camino de vuelta a la masía. Creo ver cómo Augusta se seca una lágrima que rueda furtiva sobre una de sus mejillas. Siento una presión dentro de mi pecho. Augusta se cuelga de mi brazo para caminar. ¿Cómo es posible que confíe en mí?, me pregunto.

miércoles, 26 de junio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
Hoy os traigo las anotaciones de los diarios de Ricardo y Claudia.
Espero que os guste.

 
DIARIO DE RICARDO

                         26 de febrero de 1825

                        Tengo ganas de vomitar.
                         Don Enrique ha venido hoy a ver a Augusta. Para mi desgracia, no ha venido solo. Pedro y Dafne han venido con él.
                        Los seis nos sentamos en el salón. Dafne se sienta a mi lado. Tengo que soportar el ver cómo Pedro se sienta al lado de Claudia.
-Está especialmente guapa esta tarde, señorita Ballester-la adula.
-Es usted muy amable-contesta Claudia-Pero debería dejar a un lado los halagos.
-¿Acaso no le gusta que la piropeen? ¡Qué raro! A todas las mujeres les gusta saber que son del agrado de los hombres.
                     No sé de lo que están hablando Augusta y el conde, pero mi hermana no deja de sonreír. Dafne intenta rozar su rodilla con mi rodilla sin conseguirlo.
                    Los dos nos sentimos visiblemente incómodos en este momento.
-¿Ha hablado Claudia contigo?-me pregunta Dafne.
-Sí...-le respondo-Claudia ha hablado conmigo. Me ha transmitido tu mensaje. ¿Te has vuelto loca?
-Por favor, Ricardo. Ya no somos niños. No sigas negándolo. ¡Tú me quieres!
-¡Por el amor de Dios! Hay gente cerca de nosotros. Deberíamos de hablar de esto en privado. ¿No te parece? No podemos hacerlo ahora. Delante de mi hermana...De mi prima...
                 El conde coge la mano de Augusta y se la besa.
-Tu hermana está ocupada con el conde-me indica Dafne-Y tu prima parece tener una conversación muy animada hablando con el señor Serrano.
                Me giro hacia el lugar donde están hablando Claudia y el imbécil de Pedro.
-Lo que me está diciendo es una total falta de respeto-le reprocha Claudia-Va contra el decoro hablar así.
-No le estoy diciendo nada malo, señorita Ballester-insiste ese hijo de perra-Es la verdad. Siento algo muy especial por usted. ¿No me cree?



                Deseo ponerme de pie. He de partirle la cara a ese miserable. ¡Los hay que no aprenden! Claudia me mira con ojos llenos de desesperación. No quiero que ese malnacido le haga daño. Me pongo de pie.
-Lamento ser desagradable-digo-Pero se está haciendo un poco tarde. Y a mi prima le duele la cabeza.
-¿Se siente mal, señorita Ballester?-le pregunta don Enrique a Claudia-¿Quiere que avise a un médico?
-No...-responde ella-No hace falta. Es sólo una pequeña molestia. No es nada.
               Dafne va hacia donde está ella y la abraza.
-¡Oh, querida!-se lamenta-¡Cuánto lo siento! Yo hablando sin parar con Ricardo. Y te he molestado. Te ruego que me perdones.
                 Claudia no le dice nada. Me está mirando con gesto de agradecimiento. La expresión de mi hermana, en cambio, es de auténtica perplejidad. No entiende nada de lo que está pasando.
-Vendré a verla otro día, señorita Ballester-le promete don Enrique-Cuando su prima esté mejor.
-Yo lo estaré esperando, Excelencia-le asegura Augusta-Como siempre...Yo lo espero.
-Eso quiero. Que me espere.
              Coge la mano de Augusta. Se la besa. Contemplo la escena con el ceño fruncido. Sigue sin gustarme ese conde. Hay algo en él que no me agrada. Pero no sé si debo decírselo a mi hermana.
              Don Enrique, Dafne y Pedro se marchan. En el salón nos quedamos solos Augusta, Claudia y yo. Mi prima permanece sentada en el sofá con gesto lánguido. Agradece que se hayan ido. Augusta nos mira de hito en hito a Claudia y a mí.
-¿Quieres acostarte un rato?-le pregunta a nuestra prima.
-Gracias...-responde ella-Pero creo que me quedaré aquí un ratito. No es nada, prima. Es sólo una ligera molestia. Se me pasará.

 
DIARIO DE CLAUDIA
 
                          27 de febrero de 1825
 
                        Salgo al jardín a dar un paseo. Agradezco el poder pasar la tarde sola. Augusta ha ido a visitar a Dafne. No sé cómo no me levanté ayer del sofá y le saqué los ojos. ¡Es una descarada! ¡No paraba de coquetear con Ricardo! ¿Dónde se ha visto tanta desfachatez? ¡No es nada decoroso! Me interrumpo en este pensamiento. Soy una redomada hipócrita  por pensar así. Dafne coquetea con Ricardo. Y yo me he acostado con él. ¿Quién es peor de las dos?
                   Yo...
-Claudia...-oigo una voz a mis espaldas masculina.
                 Me doy la vuelta. Me encuentro con Ricardo, que avanza despacio hasta mí. Quiero huir. Pero no quiero huir.
-Ha sido todo una locura-le digo.
-¿Por qué dices eso?-me pregunta.
-Porque lo es. Eres mi primo. Lo que pasó la otra noche no debió de haber pasado.
-Claudia...¿Te arrepientes de haber hecho el amor conmigo?
                Nos dejamos caer en el suelo.
-No lo sé-le confieso-No soy virgen. Ningún hombre querrá casarse conmigo.
-Me menosprecias-se lamenta Ricardo-Yo sí quiero casarme contigo.
-No podemos. ¿No te das cuenta?
-¡Podemos! Conseguiré una dispensa papal. Hablaré con el tío Tomás y con la tía Prudencia. ¡Tendrán que entenderlo! ¡Tendrán que dar su brazo a torcer!
                Nos acostamos sobre la hierba. Siento que la cabeza me da vueltas. ¿No se da cuenta Ricardo que está diciendo disparates?
-¿Cuándo empezó todo?-le pregunto.
-Ni yo mismo lo sé-responde-Ha sido algo que ha ido creciendo con el paso de los años.
-Sigo pensando que es una locura.
                  Nuestras miradas se encuentran y nos fundimos en un beso cargado de ternura.
-Eres mi vida, Claudia-me asegura-Sin ti, no podría seguir viviendo.
                 Mis ojos se llenan de lágrimas.
-A mí me pasa lo mismo-le confieso-Te amo tanto que me moriría si no estuviera contigo. Dafne...
                Ricardo me hace callar.
-No la amo-insiste.
               No sé qué pensar. Por un lado, deseo que se enamore de Dafne. Por el otro lado, no quiero que eso pase.
-Nunca la amaré-insiste Ricardo.
-Me alegro-afirmo-¡Qué Dios me perdone!
              Nos levantamos del suelo. Nos sentamos en un banco.
              No sé qué pensar. Siento que estoy soñando. Nada de lo que está pasando es real. ¡Pero es real! Apoyo mi cabeza en el hombro de Ricardo. En estos momentos, lo único que quiero es estar con él. Aunque esté cometiendo el mayor error de mi vida.
 
                  


-Vamos a hacer una cosa-me dice Ricardo-Vamos a ser fuertes.
-No soy fuerte-me lamento.
-Vamos a pelear por nuestro amor. Claudia, hemos nacido el uno para el otro. Un amor como el nuestro no puede extinguirse nunca. Somos uno.
-Es verdad.
                     Volvemos a besarnos. Esta vez, el beso que nos damos es más apasionado. Más intenso...Más largo...No queremos separarnos. Nuestras bocas hablan por nosotros. Ellas...Expresan amor. Todo el amor que Ricardo y yo sentimos el uno por el otro. Mi primo, pienso. Mi amor...

martes, 25 de junio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
Hoy, os traigo las anotaciones de los diarios de Claudia y de Ricardo.
Espero que os gusten.

DIARIO DE CLAUDIA:
 
                   24 de febrero de 1825

                     Después de varios días de ausencia, el conde ha regresado.
                     Ha venido a ver a Augusta. Dado que no es prudente que estén solos, he hecho las veces de carabina. Permanecemos paseando por el jardín.
                    Augusta y don Enrique hablan de todo. Y, al mismo tiempo, no hablan de nada. El conde no le da muchas explicaciones acerca del porqué ha permanecido ausente durante todos estos días.
-Entiendo que tenga mucho trabajo-dice Augusta.
-La he echado de menos, señorita Ballester-le asegura el conde-Se lo puedo jurar.
-Le creo.
                    En el fondo, Augusta desea creer al conde. Quiere pensar que don Enrique ha pasado todos estos días pensando en ella. Echándola de menos. Me fijo en que el conde sigue interesado en cortejar a mi prima.
                     Quiero alegrarme por ella. Pero me cuesta trabajo sentir dicha por Augusta. Sospecho que don Enrique no está enamorado de ella. Está interesado en Augusta porque desea casarse. Y Augusta tiene miedo, en el fondo, de quedarse soltera. Por eso, le permite que venga a verla. Que la corteje. Quiere pensar que el conde está realmente enamorado de ella.
-Cuénteme lo que ha estado haciendo durante estos días que he estado fuera-le pide don Enrique a mi prima.
-No he estado haciendo gran cosa, Excelencia-le asegura Augusta-He estado haciendo un poco de Celestina. Mi hermano y mi mejor amiga, Dafne Velasco, podrían hacer una bonita pareja. El problema es que Ricardo no quiere admitir que está enamorado de Dafne
                 ¡El problema es que Ricardo está enamorado de mí!, deseo gritar. Pero las palabras mueren en mi garganta.
-Claudia ha intentado hacer entrar en razón al cabezota de mi hermano-dice Augusta-¿No es verdad, prima?
           Me mira. Se está dirigiendo a mí.
-Es verdad-le corroboro-Pero...¡Ya le conoces! ¡No hace caso de nadie!
              Augusta sonríe. No sé en qué estará pensando. ¿Estará pensando en Ricardo? ¿O estará pensando en que el conde le ha besado las manos en cuanto la ha visto en el jardín? Incluso, se ha atrevido a cogerle una mano. Y se la ha besado. Y yo...Pienso en la noche que he vivido con Ricardo. Abrazada a él. Besándonos.
-¡Ya lo ve, señor conde!-sonríe Augusta-No hace caso de nadie. Ni siquiera de Claudia...
-Podría yo hablar con él-se ofrece don Enrique.
-¡Oh, por favor!-se emociona Augusta-Hágalo. A lo mejor, a usted le hace caso.
-O no...-intervengo-Prima...-Me dirijo a Augusta-Ricardo no le ha hecho caso a nadie. Ni a ti...Ni a mí...
-¡Con don Enrique será distinto!-se emociona Augusta-¡Es conde!

 

             Don Enrique parece emocionarse al ver feliz a Augusta. Le coge las manos. Se las besa. La mira con arrobo. Y yo...
              ¡Yo, mientras, deseo morirme!
              Nadie se fija en mí. Siento que he empalidecido.
             Ricardo...Con Dafne...
             Augusta no sabe nada, pienso.
              No me he atrevido a contarle nada. Tengo miedo de su reacción. Me asusta la idea de que se enfade conmigo. Después de todo...Somos familia. Soy su prima.
              Desearía estar muerta. No quiero que nadie me separe de Ricardo. Pero no soy quién para exigir nada. Ricardo debería de estar con Dafne. No conmigo...
               
 
DIARIO DE RICARDO:
 
                   25 de febrero de 1825
 
                    Don Enrique y yo nos hemos encontrado en la taberna de la isla. Damos cuenta cada uno de un chato de vino.
                    Don Enrique habla sin parar. Me cuenta que ha estado hablando con Augusta. Que está al tanto de que he rechazado a Dafne.
-Tu hermana piensa que esa joven te conviene-me asegura-No vas a encontrar a joven mejor que la señorita Velasco.
-¿Y por qué no se casa con ella?-le replico-Hacen buena pareja. Dafne está buscando un marido.
-Pero ella quiere casarse contigo.
-¿Y usted quiere casarse con mi hermana, Excelencia?
                 No hay mucha gente en la taberna. Agradezco poder hablar con más tranquilidad con don Enrique. El pretendiente de mi hermana no termina de caerme bien.
-No estamos hablando de Augusta y de mí-me replica-Estamos hablando de tu futuro, Ricardo. Tienes que casarte con una joven que te ame. Que te quiera.
                Me muero de ganas de subirme a lo alto de la posada. De gritarle a los cuatro vientos que ya he encontrado a esa joven. Y que su nombre es Claudia Ballester.
-¿Qué defecto hay en la señorita Velasco?-prosigue don Enrique con su ataque. No le escucho-He estado hablando con tu hermana. Te puedo asegurar que no tiene mácula alguna. Es hermosa. Goza de una buena salud. Tiene una buena dote.
-Todo eso a mí no me interesa-le corto.
-Es virtuosa. Un hombre busca una esposa virtuosa.
 
               Me pregunto el porqué mi hermana se ha enamorado de este imbécil. Será conde. Pero no tiene cerebro.
               Creo que Augusta no ama a don Enrique.
               Mi hermana está desesperada por casarse. Le da igual con quién. Va a la desesperada. No se fija en nada. No se fija en nadie. Don Enrique nunca la hará feliz. Lo intuyo. Augusta será una desgraciada a su lado. ¿Por qué no lo envía ya al Infierno?, me pregunto.
-Se está haciendo tarde-le digo a don Enrique-Y será mejor que regrese a casa. Me están esperando para cenar.
-¿Seguirás mi consejo?-indaga el conde.
              Apuro mi vaso de vino. Me dan ganas de arrojárselo a la cara. Una mujer con cara cansada dormita detrás de la barra. Un hombre está acostado sobre una mesa de madera que hay al fondo. Le oigo roncar. Un jovenzuelo barre, mientras, la taberna. Su gesto carece por completo de expresión. Quiero salir de allí.
-Haré lo que me plazca-le contesto-Gracias por la invitación.
-Pero...-balbucea el conde.
            Me pongo de pie. Salgo de la taberna. No quiero seguir escuchando más tonterías.
            Regreso a casa a pie. Necesito que me dé el aire fresco. Y necesito ver de nuevo a Claudia. ¿Dónde estará?
                Llego a casa. Voy directamente a la biblioteca. Claudia está allí leyendo. Es un ratoncito de biblioteca, pienso con orgullo.
              Alza la vista al ver que no está sola.
-¿Ya has vuelto?-se sorprende-No te esperaba tan pronto.
-Mi hermana ha atraído la atención del mayor idiota del Universo-le cuento.
-Don Enrique se preocupa por tu bien.
              Claudia cierra el libro y se acerca a mí. La beso con pasión en la boca. Lleno de besos su carita adorable. La abrazo. Necesito de ella. No puedo amar a Dafne. No...Cuando Claudia es la que ocupa mi corazón. Mis pensamientos...La otra noche, me entregué a ella en cuerpo y alma. Y volvería a hacerlo mil veces. Claudia es mía. Y yo soy suyo. Nos pertenecemos el uno al otro.
 


domingo, 23 de junio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
A partir de ahora, siempre que pueda, iré subiendo una anotación del diario de Claudia.
Ha pasado de ser un conjunto de microrrelatos entrelazados a convertirse en un diario por derecho propio.
Vamos a descubrir una nueva anotación de su diario.

                     23 de febrero de 1825

                    Me despierto. Todavía no ha amanecido. Noto que no estoy sola en mi cama.
                    Hay unos brazos que rodean mi cintura. Me giro poco a poco. Siento una pequeña molesta en mi bajo vientre. Al girarme, me encuentro con el rostro de Ricardo, que está dormido.
                   ¡Dios mío!, pienso con sobresalto. ¿Qué hemos hecho?
                    Decido llenar de suaves besos su rostro con la intención de despertarle y se vaya de mi habitación. ¿Y si lo encuentra alguien? Poco a poco, Ricardo va abriendo los ojos.
-Buenos días...-me saluda.
-Buenos días-le devuelvo el saludo.
-Aún no ha amanecido.
                Me siento en la cama. Me cubro con la sábana. Siento un extraño pudor. Ricardo ya me vio desnuda la noche antes.
-Aún así, creo que es mejor que te vayas-le pido-Podría entrar la doncella en cualquier momento. Y te vería.
-Entiendo-suspira.
                   Ricardo me sonríe con tristeza. Alza la mano para acariciar mi pelo suelto. Puedo ver en sus ojos que no se arrepiente de lo que hemos hecho. Y, para ser sinceros, yo tampoco me arrepiento. Me da un beso suave en los labios.
                  Pienso en lo bonito que es despertar a su lado. No debe volver a repetirse lo ocurrido la noche antes.
-Ahora, tendremos que casarnos-dice Ricardo.
-No te he pedido que te cases conmigo-le recuerdo.
-Mi tío no podrá hacer nada. ¡Por nuestro honor, Claudia! No quiero ver tu nombre arrastrándose por el fango. Lo que hice anoche fue abominable. Estuvo mal. Y...
-¿Te arrepientes de haberte acostado conmigo?
-¡No! ¡Eso nunca! ¡Qué Dios me perdone!



                  Ricardo y yo nos fundimos en un apasionado beso. Nos separamos y yo hundo mi cara en su pecho. Escucho los latidos de su corazón y pienso que es la música más hermosa que jamás he escuchado. Ricardo me besa repetidas veces en la frente.
-¿Qué vamos a hacer ahora?-le pregunto.
                   Sigo haciéndome la misma pregunta esta mañana. Mi doncella entra en mi habitación.
                   Ve una mancha roja muy pequeña en la sábana. No dice nada.
-Coja un paño limpio-me indica-Podría manchar los calzones.
                   Me lavo de manera rápida. Mi doncella me ayuda a vestirme. Escojo un vestido de color azul claro.
-Le sienta bien este color-comenta mi doncella-Hace juego con sus ojos.
                   No digo nada. Debe de pensar que ha debido de bajarme la regla. Mis mejillas se encienden. Mi doncella me recoge el pelo en un moño.
                   Todo me parece distinto cuando me reúno con mi familia en el comedor.
                   Sentada a la mesa, noto cómo la mirada de Ricardo se clava en mí mientras unto con mano temblorosa mantequilla en una de mis tostadas. Se me sale la mantequilla. Mi madre se da cuenta.
-Ten cuidado, hija-me exhorta-Puedes mancharte el vestido.
-La verdad es que no te entiendo, hermano-le recrimina Augusta a Ricardo-Me imagino que Claudia habrá hablado contigo. Y me imagino lo que habrás respondido. Un no rotundo...
-¿De qué estás hablando?-le interroga Ricardo.
-Estoy hablando de Dafne. Está enamorada de ti. ¡Y tú la rechazas!
                Ricardo nos mira de hito en hito a Augusta y a mí. No quiero fijarme en los pantalones blancos que lleva puestos, que se ciñen a sus piernas. No quiero pensar en lo guapo que está con su chaleco de color marrón. No quiero pensar en cómo me besó anoche.
-Se trata de mi vida, hermana-le reprocha.
-Y no quiero que cometas un terrible error-insiste Augusta.
-En el fondo, tu hermano tiene razón, querida-interviene mi madre-Preocúpate del conde. Ese hombre ya no viene a verte. Y, para ser sincera, no me gusta. Antes, estaba muy interesado en ti.
-El conde está ocupado con sus cosas-afirma Augusta-Pero vendrá a verme. ¡Él me quiere, tía Prudencia!
                 La mano de Augusta tiembla cuando se lleva su taza de café a los labios para beber un sorbo.



-Pues yo insisto en que Dafne y tú hacéis una bonita pareja-dice-Además, el conde vendrá a verme. Me lo ha prometido.

sábado, 22 de junio de 2013

UNA BRISA SUAVE

Hola a todos.
Debo de pedir perdón por el haber estado ausente durante tanto tiempo.
A parte de que estaba distraída con otros proyectos, ¡olvidé la contraseña de este blog! No lo tengo en la misma cuenta donde tengo los otros blogs.
Por suerte, he recuperado la contraseña.
He hecho algunos cambios, como podéis ver. A un lateral, veréis las fotos de los actores que, en mi opinión, mejor representan a los protagonistas.
También he hecho un leve cambio en la historia. Desaparece el personaje de Anabel, el primer amor de Ricardo, y lo he hecho virgen. Me pareció que debía de estar en igualdad de condiciones con Claudia.
He decidido tomarme esta historia con calma. Subiré siempre que pueda. Pero lo haré en forma de anotaciones del diario de Claudia.
Espero que os guste esta anotación del diario de nuestra protagonista.
Muchas gracias por vuestra comprensión.

                  22 de febrero de 1825

                  Miro las rosas del jarrón que hay en el salón. Augusta está interpretando una pieza sentada al piano. Es demasiado temprano como para retirarnos a descansar.
                  Siento la mirada de Ricardo fija en mí. Ardo en deseos de huir de esa mirada.
-Me duele la cabeza-le digo a mi padre.
                     Me pongo de pie. No dejo que nadie me haga ninguna pregunta. Simplemente, me retiro. Pero sigo notando la mirada de Ricardo fija en mí. No me ha creído.
                     Llevo puesto mi camisón. Mi doncella me cepilla el pelo.
-No tiene buena cara, señorita-observa-¿Le ha sentado mal la cena? Si quiere, le puedo pedir a la cocinera que le prepare una manzanilla.
-Sólo necesito descansar un poco-miento-Mañana por la mañana, estaré mucho mejor. Sólo quiero dormir.
-De acuerdo...
                     Mi doncella hace una ligera reverencia. Se retira. Me quedo sola en mi habitación. No tengo sueño.
                     De pronto, alguien golpea la puerta. Para mi sorpresa, es Ricardo el que entra. Me pongo muy nerviosa. ¿Le habrá visto alguien entrar?
-¿Qué estás haciendo aquí?-le pregunto.
-Quería saber el porqué te has retirado tan pronto-responde Ricardo-Y no me vale la excusa de que te duele la cabeza.
-¡Qué locura!
-Vamos a terminar los dos volviéndonos locos, Claudia.
                    Me dejo caer en mi cama y rompo a llorar sin poder evitarlo. Escucho las palabras de Ricardo diciéndome que nadie tiene la culpa de que nos hayamos enamorado. Me abraza con fuerza.
-Nadie puede separarnos-me asegura.
                   Me maldigo a mí misma por haberme enamorado de él.
-Cuando mis padres se enteren, pondrán el grito en el cielo-me asusto.
                   Desde mi habitación, escucho el sonido de las olas. Antes, he estado mirando a través de los cristales de mi ventana. He visto la Luna. Brillaba en lo alto del cielo. Las estrellas salpicaban el fondo de color azul oscuro. Es una noche mágica, pensé. Ricardo hunde su cara en mi pelo. Noto sus labios acariciando mi frente. Una noche para el amor...
-Claudia, no me pidas que intente alejarte de mí-me implora con voz ahogada-No me pidas que haga eso porque no lo haré. No podría amar a Dafne. No soy capaz de amar a nadie que no seas tú.
-¡Lo que me estás pidiendo es que nos hundamos en el fango!-me asusto.
-Vale la pena si es por amor. Aunque no lo veas como yo. No importa.
                          Me aparto de Ricardo. Estoy temblando de puro miedo. Me asusta lo que me está pidiendo.
                      Pero, por el otro lado, me digo a mí misma que estoy comportándome de un modo irracional. ¿Cómo puedo tener miedo si tengo a Ricardo a mi lado?
-No te vayas-le pido-Quédate conmigo esta noche.
-Claudia...-susurra.
                   Nuestros labios se encuentran en un beso apasionado.
                   Nuestros ojos se encuentran. La mirada de Ricardo es ardiente al posarse sobre mí.
                   Sin darme cuenta, me recuesta sobre la cama. Y veo cómo se quita la ropa. Se queda completamente desnudo ante mí. Aún no ha pasado por su habitación. Mi mente se queda en blanco. No quiero pensar en nada. No siento terror cuando Ricardo me despoja de mi camisón.
                 Volvemos a besarnos con más pasión que antes. Ricardo recorre mi cuello con sus labios. Llena de besos mis hombros.
                 No quiero pensar en nada. Lo que hacemos está bien. Porque tenía que pasar. Ricardo succiona uno de mis pezones.



                   Veo cómo se introduce uno de mis pechos en la boca y lo chupa. ¿Por qué lo hace?, me pregunto. ¿Por qué me gusta que lo haga? ¿Por qué? Una ola de calor recorre todo mi cuerpo.
                   Nos besamos de nuevo en los labios con intensidad. Noto cómo Ricardo se estremece. Su respiración es cada vez más agitada. Le cuesta trabajo controlar su excitación. Su piel es ardiente cuando la acaricio. ¡Y está así por mí! Me siento halagada.
                 Noto las caricias de las manos de Ricardo recorriendo mi cuerpo. Sus labios posándose en cada centímetro de mi piel. Besándome. Tocándome. No dice nada. Yo tampoco digo nada. No quiero hacer nada que pueda estropear este momento.
                  Me sonríe y siento que puedo confiar en él. No me hará daño. ¿Por qué tengo miedo? Lo miro a los ojos y veo en ellos reflejado todo el amor que siente por mí.
                  Es su cuerpo el que me caliente. El que me protege. Es en su cuerpo donde yo quiero vivir. Pasar el resto de mi vida.
                   Ricardo no deja de llenar de besos todo mi cuerpo. Lame cada centímetro de mi piel.  Veo su cara entre mis piernas. Me besa los dedos de los pies. Recorre con la lengua mi vientre. Yo, a mi vez, no quiero parecer fría. Le acaricio. Le toco. Le palpo. Llena de besos mis pechos. Me besa con arrebato en la boca.
                   Y, de esta manera, de un modo casi indoloro, mi primo me despoja de mi virginidad. Siento apenas un leve pinchazo. No es nada. Ricardo me llena la cara de besos. Me besa en la boca. Me voy tranquilizando poco a poco. Me aferro a sus brazos. Me abrazo a él con fuerza y no quiero separarme de su lado nunca.
                   El mundo puede irse de manera definitiva al Infierno. Ricardo y yo nos convertimos en un solo ser.
                   Le sigo en la alocada danza que inicia en mi cama. Rodeo sus caderas con mis piernas.
                   Siento algo que me abrasa en las entrañas. Y él se derrumba encima de mí.
-Será mejor la próxima vez-me dice al cabo de un rato-Te lo prometo.
-No te entiendo-alcanzo a decir.
-Claudia...Será mejor.
-No me ha dolido. Pero esto...
-Me alegro mucho de que haya pasado. ¡Me alegro de verdad!
                     Ricardo se calla.
                    Le noto cómo está entretenido haciendo otras cosas. El rubor asoma en mi cara.
                    Ricardo besa mi cuerpo por todas partes.